viernes, 20 de mayo de 2022

Los tiempos de Séneca y la juventud


 Como recordarán, Lucio Anneo Séneca, conocido como Séneca, gran político, escritor y orador, nació 4 años antes de Cristo, en números redondos hace 2050 años. En su obra “De la brevedad de la vida y otros tratados”, Editorial Mediterráneo 1985, en las páginas 94 y 95 nos dice:

“Por eso debemos cuidar de no seguir como borregos el rebaño que nos precede, dirigiéndonos no dónde debemos ir, sino dónde se va. Nada nos acarrea mayores males que someternos a la opinión pública, creyendo que lo mejor es lo sancionado por la mayoría, y, tomándolo como modelo, no vivir de acuerdo con la razón, sino imitando. De ahí ese amontonamiento de hombres desplomándose unos sobre otros; como los accidentes que sobrevienen en una gran confusión, que cuando uno arrastra consigo a su vecino, y los primeros son las víctimas de los últimos; lo cual se produce en toda existencia: nadie yerra por cuenta propia, sino que es causa y promotor del error de otro.

Por eso es un peligro pegarse a los talones de los que nos preceden, prefiriendo creer que juzgar; cuando se trata de la vida, no la basan sobre un juicio, se limitan a creer; rodamos al abismo a causa de este error que se pasa de mano en mano. El ejemplo de los otros nos pierde; nos curaríamos alejándonos de la masa”.

Viendo esto, cuando el “doctor Sancheznstein” presentó el proyecto “España 2050”, ¿se habrá referido a la España de hace 2050 años? Este proyecto fue presentado con la clásica verborrea de este sujeto llena de populismo, demagogia, logomaquia y autobombo, como siempre.

Dicha verborrea de este “doctor”, está envenenando a media España, sobre todo a la juventud. No hay más que ver la abulia y el relativismo de nuestros jóvenes y “jóvenas”. Así, son hedonistas, sin ideales, sin valores, sin religión, etc. Constituyen una masa que ya fue analizada nada más y nada menos que por Ortega y Gasset.

La culpa de todo esto también la tiene ese “profesorado” que, en vez de impartir sabiduría, dan lecciones de tonterías y cosas sin importancia, masiva y debidamente orientadas. Se han suprimido e ignorado todo tipo de normas y comportamientos psíquicos, con lo que estos invasores y asaltantes de los valores han hecho que la juventud lo obtenga todo sin esfuerzo. Para eso están los “guías”, oiga.

Después está otro asunto muy delicado: la adoración por la libertad, en muchos casos de forma alocada que, mezclada hábilmente con ideologías “progres”, no llevan más que a la revancha y a la revolución: la desorientación de los jóvenes es preocupante.

Está también el asunto del radicalismo juvenil cuando se trata del tema de la guerra, de la guerra en la que intervienen los EE.UU., claro: las otras guerras no interesan. Sus alaridos tales como ¡Guerra, no!, ¡Yankis, fuera!, etc, etc, son de sobra conocidos. Con esto se dicen que son “constructores de la paz”. La verdad es que para construir la verdadera paz, no se consigue con paseos y gritos, que pueden llevar al enfrentamiento. Ya lo decía Ortega y Gasset al referirse a la intervención violenta de las masas. Esto lo saben muy bien los “asesores” y los “comités de expertos”: no hay más que lanzar media docena de tópicos típicos y de palabras vacías que, puestas en boca de demagogos, incita al “pueblo soberano” a todo tipo de desmanes y atropellos.

No olvidemos tampoco que estos envenenadores, en vez de dar razonamientos, imponen opiniones, distorsionado, confundiendo y contaminando lo habido y por haber. Ahí está la “memoria histórica” que transmite las enseñanzas y experiencias del pasado a su modo y manera, olvidando que, sin investigaciones, sin debates y sin revisiones constantes y frecuentes, las lecciones sobre nuestra reciente Historia se convierten y transforman en simples estadísticas, con gran aburrimiento.

Y para terminar, nuestros jóvenes y “jóvenas” ya no tienen pautas de conducta: son arrastrados, sin que se den cuenta, por todo tipo de “colectivos”, ya sean deportivos, mercantiles o políticos, como simples clientes o votantes. Lo de siempre: el esfuerzo, la disciplina, la responsabilidad, el civismo, etc., les suena raro. No digamos ya del léxico que emplean: además de ser torpe y grosero, es reducidísimo. Se pretende que tengan opinión, pero sin palabras. Es decir: como decíamos antes, los tópicos típicos repetidos de forma machacona y embarullada, pueden llevar a situaciones poco deseables.

En fin, la España 2050 de Séneca está presente en nuestros días.



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