Según el Diccionario de los “inmortales” de la RAE, turbulencia es “Confusión, alboroto o perturbación”. Es decir que los conceptos que definen tal palabra pueden generar caos, anarquía, embrollo, estrépito, escándalo, jaleo, revuelta, sedición, disturbio, bullicio, conmoción, desorden, agitación . . .
Dicho lo anterior, y como ya sabrán, su “Sanchidad” ha
dicho hace unos días que ninguna “turbulencia ni crisis puntual” va a
descarriar y torcer al Gobierno del camino de innovaciones y cambios que está
comenzando, declarando que concluirá la legislatura a finales de 2023. Si esto
se cumple, llegaremos al próximo año en la más absoluta y total indigencia.
Comentando hace unos días con un amigo, copropietario
de una estación de servicio, sobre la situación de las gasolineras, nos dijo
que muchas estaban a punto de cerrar por no haber recibido la compensación
estatal prometida en su día por el desgobierno (20 céntimos por litro, como
recordarán). Los patronos hablan de “asfixia económica, caos administrativo
e inseguridad jurídica”.
En fin, el daño que se está causando ahí está. Y no
digamos ya nada de los otros daños y turbulencias de carácter social y político
que este cínico y mentiroso presidente está causando también a esta
impresentable España. Esperamos y deseamos que las próximas elecciones
andaluzas sirvan para darle una patada en el tabalario o en los dídimos. Así de
claro.
¡Ah!, ¿acaso en las eléctricas, en la hostelería y en
la industria en general, no hay turbulencias, so cínico? La subida de los
costos energéticos, de los precios de las carnes, de la leche, de huevos, de
frutas, de verduras, de aceite, de combustibles y demás, ¿no son motivos para
crear turbulencias, mentecato?
Vean la carta de un exdirigente socialista.
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