lunes, 2 de mayo de 2022

Fanatismo y clíbano mental


 Como ya hemos dicho muchas veces, la izquierda “ama la libertad”, el nihilismo y el relativismo, sobre todo en lo moral y en lo ético. Pero en otros aspectos es de una intransigencia y de un absolutismo insultante e incoherente.

Si repasamos someramente la verdadera Historia, vemos que la izquierda ha establecido un dogma, que es el considerar que no hay revolución sin terror. Y para ello se remonta a la Revolución Francesa. Con esta logomaquia se justifica el terror empleado por las terribles e inhumanas dictaduras comunistas. Además, y para disimular, en una constante metamorfosis, siempre saca a relucir sus slóganes y consignas de siempre: todo tipo de luchas, (incluidas las de sexo), por la “liberación”, la justicia, la igualdad, la creación del “hombre nuevo” y del “porvenir radiante de la Humanidad”, etc, etc. Objetivo: confundir al “pueblo soberano”.

Sin embargo, cuando se habla del terrorismo del “otro bando”, el del totalitarismo nazi, por ejemplo, el asunto cambia: los “pensadores químicos” han asentado y decidido que este terrorismo es de “extrema derecha” siendo, por lo tanto, execrable y monstruoso. Esto hace que el terror se justifique cuando proviene de la izquierda. No hay nada más que ver, por poner un ejemplo, lo que decía un fanático y pedante marxista infumable: que Pinochet y Franco, habían aplicado el terror con muchísima más intensidad que Lenin, a la vez que defendía a Stalin. Claro, hay que defender la dictadura del proletariado, que no deja de ser un eufemismo para nombrar, llamar o designar el terror, oiga. Las ilusiones revolucionarias aún perduran, a pesar de la desaparición de la URSS y del paso de China al capitalismo.

 Estas ilusiones revolucionarias, siguen ahora por otros derroteros: desilusionados por la implosión de la citada URSS, y desilusionados también por el comportamiento de los países excomunistas, ya que pensaban que iba haber otra revolución para instaurar de nuevo el marxismo-leninismo, se han decantado por el apoyo al Islam. Gran contradicción e incoherencia, ya que ninguno de estos jóvenes y “jóvenas”, y algún viejo, que apoyan este nuevo terrorismo, viviría un día bajo un régimen islamista, ya sea de corte talibán o de la rigidez de Arabia Saudí. Y la razón es bien sencilla: son ateos y, obviamente, no creen en el Corán ni en Alá, a la vez que no consideran a las mujeres como seres inferiores. Serían los primeros ejecutados.

 Pero es igual: su fanatismo y su clíbano mental son ilimitados. Como muestra de este fanatismo está el libro “El cero y el infinito” de Arthur Koestler, Círculo de Lectores, 300 páginas incluido el Índice, comentado en este blog con fecha 3 de enero de 2.027.

 El autor, que fue comunista convencido, nos narra los sanguinarios y terribles procesos  stalinianos de Moscú de los años treinta del siglo pasado, en los que cientos y cientos, quizá miles,  de  miembros del PCUS, fueron ejecutados. El protagonista de la obra, Rubashov, en la cárcel, entre los interrogatorios y torturas, medita sobre la inexplicable, ilógica e incoherente  actitud del partido con las personas que en su día estuvieron al servicio de la revolución. A pesar de darse cuenta, hasta cierto punto, del embeleco comunista, termina justificando la falsedad de los juicios, de las mentiras y de las acusaciones como el último deber hacia el partido. Más fanatismo no se puede pedir.



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