Como decimos siempre, hemos escrito muchos artículos sobre marxismo, y no nos cansaremos de hacerlo. El fanatismo, la pedantería, las distorsiones y los embrollos que hay sobre él, son de lo más curioso, por no decir otra cosa.
Los marxistas, al hablar de cualquier tema, preferentemente de política, economía o religión, recurren al sofisma “ad verecundiam” que, como ya sabrán, es una falacia que consiste en defender el tema que se está tratando como verdadero por el simple hecho de que lo dice la “autoridad” en la materia. Sería un “magister dixit”, o dicho en román paladino, “lo dijo Blas, punto redondo”.
El fanatismo de esta gente es proverbial. En el terreno de la economía, por
ejemplo, en el que los economistas no han contado para nada con las teorías de
Marx, los círculos comunistas y socialistas las han considerado y aceptado como
verdades incuestionables. Según ciertos “historieteros” paniaguados, esta
aceptación es debida a que el movimiento socialista internacional necesitaba
una doctrina integradora y qué mejor que la marxista por aquello del “papel
hegemónico del proletariado”, con lo que las ideas marxistas se convirtieron en
un auténtico manual, del que muchísima gente no entendía, ni entiende, ni
palabra.
Además hay otro asunto: no se tiene en cuenta que lo más importante son las
pruebas y la realidad y no la argumentación de una “autoridad” ¿Acaso
argumentó Marx la desaparición de la URSS? Ahí está la realidad.
El “socialismo científico”, como pedantemente se llama al comunismo, y como ya
hemos escrito en otras ocasiones, es como una auténtica teología: los textos
sagrados están por encima de las pruebas y de la realidad, lo que lleva a
expulsar de la “iglesia” a toda aquella persona que ponga en duda las teorías y
fundamentos marxistas.
Como puede verse, el marxismo es un dogma. El judío Marx se autoproclamó en su
día como un científico, preocupado por descubrir una “verdad” que estaría por
encima del bien y del mal, cosa que aún hoy día todavía se lo cree mucha gente.
Por otra parte, Carlos Marx no fue original en sus ideas centrales, ya que
copió de Jean-Pierre Proudhon y de J. Rodbertus, entre otros. Este último le
acusó de que había plagiado sus ideas. Lo curioso del caso es que de Rodbertus
nadie, o casi nadie, ha oído hablar, mientras que de Marx ha contado, y
cuenta, con muchos tenores.
También copió de Georg Wilhelm Friederich Hegel (1770-1831), filósofo idealista
alemán, cuyo pensamiento filosófico dominó en la Europa de los años 1830 a
1840. Su método de dialéctica sirvió de base al materialismo dialéctico
marxista.
Continuará.
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