Como decíamos en la anterior entrega, los españoles quedaron aterrorizados ante la idea de los trascaltecas de matarlos para hacer un sacrifico a los dioses de la tribu. Los indios se dieron cuenta del miedo que tenían y al segundo día los atacaron. Pero otra vez saldrían victoriosos gracias al genio y bravura de Hernán Cortés.
Como ya se imaginarán, los cuerpos de los
indios estaban prácticamente desnudos, lo que les hacía muy vulnerables a las
espadas del fino acero toledano de los españoles. Cuando estaban en pleno
ataque, una descarga de artillería sirvió para sembrar el pánico y el desorden
entre los indios, a la vez que Cortés en persona y al mando de la caballería
arremetió contra ellos, huyendo despavoridos.
A pesar de todo, aún intentaron un tercer
ataque pero fueron también rechazados. Entonces los trascaltecas se
convencieron de que los españoles eran prácticamente invulnerables y les
consideraron poco menos que dioses. Decidieron entonces invitarles a entrar en
la ciudad y fueron recibidos por toda la población con una lluvia de flores.
Moctezuma se enteró de estos
enfrentamientos y batallas y quedó admirado de que un puñado de hombres
hubieran vencido a toda una tribu a la que no había derrotado jamás los
ejércitos aztecas. Decidió enviar un mensaje acompañado de grandes regalos para
rendir homenaje y vasallaje al todopoderoso rey de España. En dicho mensaje
decía Moctezuma que, fuera cual fuera el tributo que se le exigiese, lo pagaría
de buen agrado con la condición de que los españoles no volviera ni se
acercaran más a Méjico.
Los conquistadores hicieron una parada de
veinte días en Tlascala, que era la capital. Los nativos quedaron muy contentos
con los huéspedes diciéndoles que podían quedarse con ellos, llegando incluso a
ofrecerles sus hijas y sus tierras. También les decían a los españoles que, con
su ayuda, construirían una ciudad para verse libres del peligro de los aztecas.
Los españoles no hicieron caso de todo
esto, ya que su objetivo era continuar en dirección de la capital del imperio, yendo en dirección de una ciudad
denominada Chobula, que era el centro de la tribu vecina, donde fueron
recibidos con frialdad y mal trato, ya que esta tribu era alidada de Moctezuma.
Cortés se quejó ante los jefes de dicha
tribu del mal recibimiento y la mala alimentación, a lo que respondían que los
víveres escaseaban en esos momentos en aquellos lugares. Tal escasez duraba ya
varios días y Cortés empezó a sospechar. Por otra parte observaba que las
mujeres y los niños abandonaban el poblado. Asimismo, descubrió que en las
calles de la ciudad se hacía profundas excavaciones con el objeto de que se
hundieran los cañones cuando pasasen por ellas.
Por aquel entonces llegaron unos enviados
de Moctezuma exigiendo a Cortés y a sus hombres que se retiraran y no
continuaran con sus avances. Hernán hizo caso omiso y los enviados se fueron.
Inmediatamente llegó a oídos de Cortés que
se estaba preparando un plan para asesinarle a él y a sus compañeros. Pero una
vez más, valiéndose de su astucia, saldría victorioso de la situación. Esto lo
veremos en la próxima entrega.
Continuará.
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