En la anterior entrega decíamos que en
ésta veríamos cómo Hernán Cortés desobedeció las indicaciones de Moctezuma, que
le recomendaba que se hiciese a la mar.
Efectivamente, no hizo caso a Moctezuma y
se trasladó con sus hombres al norte siguiendo la dirección de la costa,
fundando una ciudad que llamó Villa Rica de la Vera Cruz, es decir, Veracruz.
Inmediatamente se puso en contacto con las
tribus vecinas de la ciudad que había fundado, descubriendo entonces que no
todo el mundo estaba contento con Moctezuma. Una de estas tribus descontentas
era la de Cempoala, pues sus jóvenes muchachos eran obligados a servir en las
milicias, y las jóvenes las utilizaba como esclavas, así como también Moctezuma
les hacía pagar grandes impuestos.
Cortés, con la habilidad que le
caracterizaba, pensó que sería bueno utilizar este descontento para incitar a
las tribus a la rebelión. Y así lo hizo. Cuando llegaron los recaudadores de
impuestos, Hernán Cortés consiguió que los hicieran prisioneros, pero secreta y
hábilmente ayudó a escapar a los
prisioneros, despidiéndolos con mensajes de amistad, así como regalos, para
Moctezuma. Como puede verse, la astucia de este personaje era enorme, pues
consiguió enfrentar a unos contra otros, a la vez que decía a las dos partes
que podían contar con su amistad y lealtad.
A pesar de todo esto, muchos de los
conquistadores no estaban muy contentos. Las luchas y los peligros eran
constantes, lo que les hacía añorar sus tierras y labranzas de Cuba. Con su
diplomacia y verborrea, Cortés logró calmar un poco a sus muchachos.
Por otra parte, sabía de las intrigas del
envidioso y rencoroso gobernador de Cuba, Velázquez, que podrían hacer que su puesto de jefe se viniese
abajo, por lo que lo importante era obtener la aprobación de su conducta por
parte del rey de España. Envió
inmediatamente una carta directamente a Carlos V, comunicándole los buenos
resultados que se habían conseguido. Como demostración, en el mismo barco en el
que iba la carta introdujo todos los tesoros que había recogido “para su
Majestad”.
Inmediatamente de hacerse el buque a la
mar, descubrió Cortes un complot para capturar la nave y asesinar a los
oficiales y marineros, pretendiendo los conspiradores con esto huir después a
Cuba. Los instigadores de dicho complot fueron severamente castigados por
Cortés: los cabecillas fueron ahorcados, a otros se les cortaron los pies y
otros fueron azotados.
En la próxima entrega veremos lo que hizo
Cortés y las medidas que tomó para que no hubiese más tentativas de complot ni
de escape.
Continuará.
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