Así es: esta expresión,
título del presente escrito, suele utilizarse como resumen que refleja el
desenlace, algo desencantado, de una cuestión bajo sospecha previa. En este
caso parece que en esa cuestión y en ese desenlace, hay mucho culpable directo
que de una forma insensata no supo medir sus fuerzas al tiempo que ignoraba
¿seguro? la transcendencia que sus planes iban a significar para el futuro de
una opción política tan destacada como es el Partido Popular de España. A los
niñatos de ese PP les está costando mucho trabajo madurar y siempre dan la
impresión de estar envidiando y ambicionando esta madurez y seguridad que como
estamos experimentando, les queda todavía muy lejos.
Esa pretensión o ambición de crecer, de figurar, apartando del camino a los que pueden hacer sombras es un propósito rastrero que para poner en práctica necesita una buena dosis de mala idea y una falta absoluta de escrúpulos, y aún a pesar de ello, todo lo planeado suele acabar con frecuencia en un efecto boomerang o de rebote que lo echa por tierra.
Pues, desgraciadamente,
eso de apartar estorbos parece que era el plan largamente preparado por estos
aprendices de tiranillos del PP, que se mueven patosamente dentro de este juego
de pícaros en que entre unos y otros han convertido el mundo de la política.
¿Estarían convencidos que tenían o tendrían el partido en sus manos para hacer
y deshacer a su gusto y manera y seguir adelante sin más? Si así era y no
sospechaban que iban a cosechar un rotundo fracaso unido a un rechazo tan
general y sonoro, no habrían lanzado un órdago de la categoría del que
comentamos y que no fue otro sino el intento de derribo del mejor valor
personal que hoy tienen como es la (por ahora) señora presidente de la Comunidad
de Madrid, doña Isabel Díaz Ayuso.
Una vez más constatamos
que las apariencias engañan y que la sorpresa siempre está al acecho para
aparecer cuando menos se espera y aunque todavía es pronto para conocer a fondo
las consecuencias que van a derivarse de las últimas y desgraciadas iniciativas
tomadas desde la dirección del PP, sí podemos asegurar sin temor a equivocarnos
que no serán nada satisfactorias para la futura buena marcha de un partido que
se va verá obligado a realizar cambios drásticos personales y funcionales en un
momento en en que a pesar de la debilidad por que atraviesa el adversario, no
parece que va a ser el mejor para ganarle terreno sino todo lo contrario.
Es lamentable que se
busque con tal intensidad un motivo para desprestigiar a una compañera
política, sacando a la luz una operación comercial ajena a ella, operación que
entendemos siempre fué pública y, según van apareciendo detalles, impecable en
todos los aspectos en su desarrollo una vez examinada punto por punto por personas
documentadas y expertas en la materia. Pero había que aprovechar el momento,
magnificando algo que entra dentro de lo más elemental en el ambiente
comercio-laboral ordinario.
Pues bien, al no medir
como decíamos, la trascendencia de tal iniciativa, sale a la luz de un día para
otro lo que ya se venía elaborando en la sombra hace algún tiempo con un
resultado tan nefasto que lleva y nos hace estar asistiendo a un fatal
desequilibrio de un partido en unos momentos en los que más necesitaba una
férrea cohesión. Cayetana Alvarez de Toledo, otra víctima de tramposos manejos,
declara la creación de una absurda e inaudita crisis y pide dimisiones con
nombres y apellidos.
No es cosa mía citar
nombres ni proponer actuaciones convenientes pues por el momento todo se está
moviendo dentro de una gran confusión. Voces importantes, como hemos dicho,
dentro del partido dicen uno, otras voces no menos importantes dicen otro pero
lo peor y de una importancia fundamental es lo que dicen o piensan los votantes
o posibles votantes y entre estos hay, evidentemente, un claro apoyo hacia una
de las partes en “litigio” y esto sí que es lo más delicado para la
supervivencia útil de la formación pues no cabe duda que de una forma u otra
atravesará ahora una etapa oscura e inestable en la que puede llegar a jugarse
hasta su identidad, sus principios, en resumen, su ideario así como el de los
que la dirigen o dirijan.
Hemos superado esa etapa
antedicha: “Lo que tenía que pasar, pasó”. A continuación
entramos en otra: “Dios sabe lo que pasará”, esperando que sea lo
mejor para nuestro futuro político.
Francisco Alonso-Graña del Valle
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