lunes, 21 de marzo de 2022

Lo que tenía que pasar, pasó.


Así es: esta expresión, título del presente escrito, suele utilizarse como resumen que refleja el  desenlace, algo desencantado, de una cuestión bajo sospecha previa. En este caso parece que en esa cuestión y en ese desenlace, hay mucho culpable directo que de una forma insensata no supo medir sus fuerzas al tiempo que ignoraba ¿seguro? la transcendencia que sus planes iban a significar para el futuro de una opción política tan destacada como es el Partido Popular de España. A los niñatos de ese PP les está costando mucho trabajo madurar y siempre dan la impresión de estar envidiando y ambicionando esta madurez y seguridad que como estamos experimentando, les queda todavía muy lejos.

Esa pretensión o ambición de crecer, de figurar, apartando del camino a los que pueden hacer sombras es un propósito rastrero que para poner en práctica necesita una buena dosis de mala idea y una falta absoluta de escrúpulos, y aún a pesar de ello, todo lo planeado suele acabar con frecuencia en un efecto boomerang o de rebote que lo echa por tierra.

 

Pues, desgraciadamente, eso de apartar estorbos parece que era el plan largamente preparado por estos aprendices de tiranillos del PP, que se mueven patosamente dentro de este juego de pícaros en que entre unos y otros han convertido el mundo de la política. ¿Estarían convencidos que tenían o tendrían el partido en sus manos para hacer y deshacer a su gusto y manera y seguir adelante sin más? Si así era y no sospechaban que iban a cosechar un rotundo fracaso unido a un rechazo tan general y sonoro, no habrían lanzado un órdago de la categoría del que comentamos y que no fue otro sino el intento de derribo del mejor valor personal que hoy tienen como es la (por ahora) señora presidente de la Comunidad de Madrid, doña Isabel Díaz Ayuso.

 

Una vez más constatamos que las apariencias engañan y que la sorpresa siempre está al acecho para aparecer cuando menos se espera y aunque todavía es pronto para conocer a fondo las consecuencias que van a derivarse de las últimas y desgraciadas iniciativas tomadas desde la dirección del PP, sí podemos asegurar sin temor a equivocarnos que no serán nada satisfactorias para la futura buena marcha de un partido que se va verá obligado a realizar cambios drásticos personales y funcionales en un momento en en que a pesar de la debilidad por que atraviesa el adversario, no parece que va a ser el mejor para ganarle terreno sino todo lo contrario.

 

Es lamentable que se busque con tal intensidad un motivo para desprestigiar a una compañera política, sacando a la luz una operación comercial ajena a ella, operación que entendemos siempre fué pública y, según van apareciendo detalles, impecable en todos los aspectos en su desarrollo una vez examinada punto por punto por personas documentadas y expertas en la materia. Pero había que aprovechar el momento, magnificando algo que entra dentro de lo más elemental en el ambiente comercio-laboral ordinario.

 

Pues bien, al no medir como decíamos, la trascendencia de tal iniciativa, sale a la luz de un día para otro lo que ya se venía elaborando en la sombra hace algún tiempo con un resultado tan nefasto que lleva y nos hace estar asistiendo a un fatal desequilibrio de un partido en unos momentos en los que más necesitaba una férrea cohesión. Cayetana Alvarez de Toledo, otra víctima de tramposos manejos, declara la creación de una absurda e inaudita crisis y pide dimisiones con nombres y apellidos.

 

No es cosa mía citar nombres ni proponer actuaciones convenientes pues por el momento todo se está moviendo dentro de una gran confusión. Voces importantes, como hemos dicho, dentro del partido dicen uno, otras voces no menos importantes dicen otro pero lo peor y de una importancia fundamental es lo que dicen o piensan los votantes o posibles votantes y entre estos hay, evidentemente, un claro apoyo hacia una de las partes en “litigio” y esto sí que es lo más delicado para la supervivencia útil de la formación pues no cabe duda que de una forma u otra atravesará ahora una etapa oscura e inestable en la que puede llegar a jugarse hasta su identidad, sus principios, en resumen, su ideario así como el de los que la dirigen o dirijan.

 

Hemos superado esa etapa antedicha: “Lo que tenía que pasar, pasó”. A continuación entramos en otra: “Dios sabe lo que pasará”, esperando que sea lo mejor para nuestro futuro político.

 

Francisco Alonso-Graña del Valle


 

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