Y continuamos con este libro. Como decíamos en nuestra entrega ( 10 ) I I, en las tres siguientes veríamos “Ábrese la sesión”, “El silencio y el énfasis” y “He aquí un político”. Como “Ábrese la sesión”, ya la hemos visto en la anterior, ahora toca “El silencio y el énfasis”, que figura en las páginas 58 y 59. Dice así:
“El
silencio y el énfasis”
La
figura de Romero Robledo aparece en otras muchas crónicas de Azorín. En ‘Romero
en el Romeral’ le vemos haciendo juicios de valor sobre los hombres políticos
de su tiempo. Pero otros parlamentarios
reclaman la atención del cronista. Azorín considera a Maura como el mejor
orador de la Cámara: ‘Yo, modesto observador de los hombres y de las cosas he
dedicado mi tiempo a estudiar, a la vista de las múltiples notas
recogidas, la oratoria del señor
Presidente del Consejo. No os
estremezcáis. Ya en alguna revista hallará cabida el fruto de mis
observaciones; pero por lo pronto, quiero adelantar a mis lectores algunas de
las ideas de mi trabajo. En el señor Maura, todo es sincrónico y armónico: la
voz, la locución y el ademán; mas hay en su oratoria dos características
supremas, fundamentales, que son las que le hacen ser un orador insuperable. El
señor Maura domina uno de los más peligrosos, pero más necesarios, resortes de la oratoria: el énfasis; y el
señor Maura sabe también hacer uso oportuno de otro recurso indispensable: el
silencio, o sea las pequeñas pausas que en el curso de la oración es preciso ir
distribuyendo cautamente, bien para dar solaz al ánimo del oyente, o bien, a la
inversa, para encenderlo”.
Continuará.
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