jueves, 11 de marzo de 2021

“Yo escogí la esclavitud” ( X )


 Así se intitula el libro escrito por Valentín González “El Campesino”, Editorial Maracay, Venezuela, 366 páginas, incluido “Índice”.

Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y sucesivas vamos a ver lo que nos dice El Campesino en este libro en los Capítulos que ya hemos indicado en la primera entrega, sobre el “paraíso comunista”, que era la base del “porvenir radiante de la Humanidad”.

En el anterior artículo comentábamos que en éste veríamos algo sobre lo que nos dice Valentín González en el Capitulo V I I I intitulado “Un inmenso burdel y un inmenso mercado negro”, páginas 89 a 100. Escribe “El Campesino”:

“Ha llegado el momento de referir mi primera evasión de la Unión Soviética.

“Las palabras no tienen el mismo sentido en todas partes. Para un occidental la palabra ‘evasión’ significa que el que la intenta se encuentra encarcelado. Pero como la U.R.S.S. es una vasta prisión, para salir de ella es preciso tener valor y exponerse a peligros infinitamente más grandes que los que supone la evasión carcelaria en cualquier otro país”.

En el párrafo siguiente nos habla el autor de la corrupción que había en la destartalada URSS, diciéndonos que allí “todo puede comprarse y venderse con dinero: alimentos y objetos, jovencitas de doce o trece años y mujeres casadas, influencias y protecciones oficiales, documentos auténticos o no . .

A esta corrupción hay que agregar otra: los hombres desaparecidos durante la guerra o muertos en los campos de trabajo forzado suponen una cifra tan enorme de adultos, sin hablar del agotamiento de millones por hambre, por fatiga física o por sufrimientos sin fin, que la mujer soviética, habiendo perdido todo freno moral, se lanza, bajo la presión de la miseria o impulsada por su instinto animal, a una verdadera caza del hombre.

Como se verá en el capítulo consagrado al relajamiento general de las costumbres, la U.R.S.S. entera puede ser considerada como un inmenso burdel y un inmenso mercado negro.

En combinación casi siempre con los organismos encargados de la represión – principalmente política -  y del mantenimiento de orden público, la prostitución se ejerce por todas partes, y el bandidismo, generalmente bien organizado, tanto en la calle como en la prisión y en los campos de concentración, constituye a la vez el elemento rebelde y el amo indiscutible del mercado negro. Este doble hecho no se concibe más que en un país donde nadie cree realmente en nada. En efecto, el régimen ha destruido toda noción moral y de solidaridad en la familia, el orden doméstico entre compañeros de trabajo y organización entre los sexos y los seres humanos en general.

¿Qué moral y qué solidaridad pueden existir allí donde los hijos tienen el deber de denunciar a sus padres, la mujer al marido, el compañero a su compañera, bajo la pena de exponerse a terribles sanciones?

¿Qué moral puede tener un pueblo condenado al hambre, sometido a la degradación y al terror permanente y reducido a la animalidad más elemental?”.

En la próxima entrega veremos lo que nos dice EL Campesino en el Capítulo X X I I I intitulado “El relajamiento de las costumbres en la U.R.S.S.”, páginas 267 a 283.

Continuará.



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