jueves, 25 de marzo de 2021

Penoso alborozo


 Los diputados favorables a la ley de eutanasia, acogen su aprobación con cuatro minutos de aplausos.

 Reconozco que no es una cuestión que pueda admitir bromas pero no me resisto a comentar aunque sea de pasada, que eutanasia es femenino y por ello deben de estar más que satisfechas nuestras sabias doctoras hoy en los puestos de mando de esta nave que derrota hacia el naufragio. Si en vez de eutanasia fuese eutanasio, no sé mo serían las leyes en su entorno por aquello de la igualdad.

Dejémonos pues de risas ya que el tema está s bien cercano al llanto. La prensa nos informa que tras el resultado de la votación, favorable, de la ley que admitía tal práctica, la mayoría de los parlamentarios que había propiciado su aprobación, prorrumpió en un aplauso que se prolongó durante cuatro minutos que fueron interrumpidos por la señora presidente para pedir a los representantes de VOX que retirasen unas pancartas exhibidas simultáneamente, en las que se leía: LA DEROGAREMOS”.

Ya fuimos testigos, hace años de la emoción incontenida de varias parlamentarias que dieron saltos de alegría al tiempo que se abrazaban y aplaudían entusiasmadas con motivo de la aprobación de alguna ley, decreto o lo que fuera a favor del aborto. En ambos casos esta para mí insana alegría corrió en paralelo con algo directamente relacionado con la muerte: triste alegría es, aunque suene a contrasentido, figurar entre los siete países que admiten legalmente acabar con la vida de una persona: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia, Nueva Zelanda y España, siete, entre ciento noventa y cuatro  reconocidos por la ONU.

El fin esencial y razón de ser de la medicina es sanar, dar vida y, por consiguiente el médico debe ser un agente de vida, nunca de muerte. Extraídos del texto actualizado del juramento hipocrático son los siguientes compromisos que deben presidir toda recta trayectoria profesional médica:

 La salud y la vida de mi enfermo será la primera de mis preocupacionesyTendré absoluto respeto por la vida humana”.

 Parece que en esta mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, vivimos en una balsa de aceite, sin problemas, sin contratiempos, sin otras necesidades, ya que contemplamos como primordial y motivo de enorme alborozo ayudar (hablando eufemísticamente) a morir a los ciudadanos junto con la posibilidad también de impedirles nacer.

El estado, mediante sus leyes, se apropia la voluntad de vivir y morir de los gobernados porque dichas leyes, aunque vayan acompañadas de algunos requisitos para su puesta en práctica, se prestan a infinidad de interpretaciones y componendas. Y, aunque la muerte, en la creencia cristiana, abundante entre nosotros, no es el final del camino...no por ello se puede admitir que otras voluntades puedan entrometerse, pese a todos los requisitos de la ley, en lo que la naturaleza disponga utilizando la disculpa de acabar con el sufrimiento y sin antes haber utilizado todos los medios paliativos de que hoy disponemos.

Lamentablemente hemos de decir que el que hizo la ley hizo la trampa, aunque tengamos que utilizar un refrán demasiado populachero para un caso tan serio. Se trata de que el enfermo no sea un cargo y una carga para las arcas del estado; el enfermo, el anciano, el impedido son unos estorbos que suponen un gasto inútil y por esa razón, ese teóricamente estado bienhechor, buscará la forma de ajustar cada caso a una supuesta legalidad para deshacerse de semejantes cargas y cargos.

Podría ser una muestra, vamos a considerar lejana pero que ya marcaba una tendencia, el testimonio que reproduzco y del que doy fe de autenticidad:

 En este caso...tendría indicación de implante de DAI; pero dada la edad y expectativa de vida se decide tratamiento exclusivamente farmacológico y control evolutivo...

 Este texto, lógicamente no de mi cosecha, es parte de la redacción de un informe hospitalario que contiene expresa la opinión clínica del señor facultativo, supongo que licenciado en medicina y, por tanto quizá bajo el juramento de Hipócrates, que aquel día, ya hace más de dos años, hizo una revisión cardiológica a una persona de 81 años que viene realizando ese control hace unos treinta y ocho. Creo que no se necesita ser muy sutil ni saber leer entre líneas para interpretar la idea o sentido final de este texto que, repito he reproducido literalmente.

Y yo me pregunto: ¿quién conoce esas expectativas? y ¿quién sabe o juzga qué precio tiene una vida? Sin duda que, en este caso concreto será inferior al de un DAI en la opinión de este sagaz profesional que redacta el texto en el que admite que, según su diagnóstico, tendría indicación la implantación de dicho aparato o artilugio. No me extiendo en más detalles o consideraciones sobre el caso y solamente para final me queda lamentar una vez más la ignorancia, pobreza y ruindad de la clase política que nos gobierna y para la que la vida y la muerte han pasado a ser meros eventos que pueden ser manejados a voluntad.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

 

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