Continuamos con los libros “Poesía
española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas, "Gustavo
Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”, Editorial EDIMAT KIBROS (Ediciones y
Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317 páginas incluido “Índice”, y "Los
mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A.,
1999, 256 páginas.
En el primer libro, “Poesía española
del Siglo de Oro”, en la página 13 figura una “Copla” de Jun Fernández de
Heredia 1480-1549). Se lee:
“Que las manos tengo blandas
del broslar;
no nascí para segar.
¡Oh manos mías tan bellas
no para segar nascidas,
si ya no fuesen las vidas
de cuantos osaren vellas!
Sí, para cegar son ellas
en mirar,
pero no para segar”
En el segundo libro, “Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y
leyendas”, en las páginas 30 a 31 se lee:
“Sacudimiento extraño
Que agita las ideas,
Como el huracán empuja
Las olas en tropel;
Murmullo que en el alma
Se eleva y va creciendo,
Como volcán que sordo
Anuncia que va a arder;
Deformes siluetas
De seres imposibles;
Paisajes que aparecen
Como a través de un tul;
Colores, que fundiéndose
Remedan en el aire
Los átomos del iris,
Que nadan en la luz;
Ideas sin palabras,
Palabras sin sentido;
Cadencias que no tienen
Ni ritmo ni compás;
Memorias y deseo
De cosas que no existen;
Accesos de alegría,
Impulsos de llorar;
Actividad nerviosa
Que no halla en qué emplearse;
Sin rienda que lo guíe
Caballo volador;
Locura que el espíritu
Exalta y enardece;
Embriaguez divina
Del genio creador…
¡Tal es la inspiración!
Gigante voz que el caos
Ordena en el cerebro,
Y entre las sombras hace
La luz aparecer;
Brillante rienda de oro
Que poderosa enfrena
De la exaltada mente
El volador corcel;
Hilo de luz que en haces
Los pensamientos ata;
Sol que las nubes rompe
Y toca en el cenit;
Inteligente mano
Que en un collar de perlas
Consigue las indóciles
Palabras reunir;
Armonioso ritmo
Que con cadencia y número
Las fugitivas notas
Encierra en el compás;
Cincel que el bloque muerde
La estatua modelando,
Y la belleza plástica
Añade a la ideal;
Atmósfera en que giran
Con orden las ideas,
Cual átomos que agrupa
Recóndita atracción
Raudal en cuyas ondas
Su sed la fiebre apaga;
Oasis que al espíritu
Devuelve su vigor…
¡Tal es nuestra razón!
Con ambas siempre lucha
Y de ambas vencedor,
Tan sólo el genio puede
A un yugo atar las dos”.
En el tercer libro, “Los mejores romances de la
lengua castellana”, en las páginas 65 y 66 termina el romance de
Durandarte. Se lee:
“ROMANCE
DE DURANDARTE”
Muerto
ya Durandarte
debajo
de una verde haya;
con
él está Montesinos,
que
en la muerte se hallara;
haciéndole
esta huesa
con la punta de su daga,
el
arnés le está quitando,
el
pecho le desarmaba;
por
el siniestro costado
el
corazón le sacaba.
Envolvióle
en un cendal;
De
mirarlo no cesaba:
con
palabras dolorosas
la
vista solemnizaba.
-¡Corazón
el más valiente,
que
en la Francia ceñía espada,
agora
seréis llevado
adonde
Belarma estaba!
Use
clemencia en la muerte,
pues
en vida la negaba.
¡Si
vuestra muerte le duele
dichosa
será la paga!
Llegó
en esto Montesino
adonde
Belarma estaba:
díjole,
con el semblante,
que
dolor le convidaba:
-Sepas,
señora, que es muerto
el
que más que así te amaba,
cata
aquí su corazón,
que
ante ti se presentaba-,
Belarma
con estas nuevas
cartas
palabras hablaba:
-¡Mi
buen señor Durandarte,
Dios
te perdone la tu alma,
que
según queda la mía,
presto
te tendrá compaña!”
Nota.- Como habrán observado,
Montesinos lo ponemos en rojo porque al principio figura terminado en ese, no
figurando con esta letra al final del poema.
Continuará.
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