Sobre
la educación de la ministra de ídem.
Los
que hayan visto y escuchado en directo o diferido la contestación con que la
señora ministra Celáa respondió ayer a la intervención de un diputado en
referencia a la educación y logros de una hija suya con síndrome de Down,
supongo que se habrán sorprendido (o quizá no) tanto por el tono como por el
contenido desabrido e insolente de dicha contestación, muy lejos del decoro,
mínima cortesía y respeto que debe presidir cualquier intervención de una
persona responsable de la dirección de un ministerio (en este caso para más
inri, Educación). Pero una y otra vez somos testigos de que en la cabeza de
nuestros actuales dirigentes no entra la idea y el convencimiento de que se
deben al pueblo que gobiernan; que gobierno no es lo mismo que mando y que su
proceder ante los ciudadanos debe ser primordialmente de servicio, siendo esta
postura la que debe presidir todo su comportamiento y trabajo. Resulta, por
tanto, inadmisible la actitud de esta señora que se cree en el derecho de
faltar al respeto debido a un ciudadano, especialmente en el delicado caso que
nos ocupa, con una respuesta tan inconveniente y desdeñable, acompañada además
de ese tono tan engolado y artificial que caracteriza las expresiones de la
doña a que aludimos.
En
un colegio, quizá el mando y la autoridad deben estar presentes y unidos ya que
las mentes infantiles, en pleno desarrollo, necesitarán llamadas de atención
que las orienten por el buen camino pero en un congreso de diputados compuesto
se supone, por personas adultas y formadas y en el que la polémica puede
producir y produce mucho rifirrafe, un ministro del gobierno no está allí para
reñir a los ciudadanos, está allí para rendir cuentas, exponer proyectos en
fin, responder adecuadamente con serenidad y educación a cualquier intervención
que, como en el caso presente, haya sido hecha dentro del más ortodoxo marco
requerido.
No
se ha lucido precisamente en este caso la señora Celáa pues su contestación,
como ya dije anteriormente, fue inoportuna, despectiva, insolente e
intempestiva. No era el tema que se debatía propio para ligerezas ni bromas y
menos para broncas. Le desearíamos, en aras de una buena convivencia, que
reservase los modales de ese calibre para ocasiones más propicias y que fuese
consciente de que un ministerio no es una plataforma para exhibir poder y mando
sino un cargo en el que por encima de todo debe primar el espíritu de servicio,
acompañado de un respeto a todo ciudadano por cuyo bienestar debe afanarse ya
que en ese afán está su razón de ser.
Deseamos
que la señora ministra no confunda autoridad con autoritarismo y procure en su
expresión formas más dignas y respetuosas hacia aquellos a los que se debe. Se
lo pedimos desde nuestra situación de ciudadanos de a pie que esperan de sus
gobernantes nada demasiado especial ni costoso: comprensión, afinidad,
entendimiento y, junto a todo ello, buenos modales.
Francisco
Alonso-Graña del Valle
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