Ante unas nuevas elecciones.
Bien, pues como digo, algo
repuestos aunque no del todo porque sabemos que esto va para largo, los
ciudadanos nos estamos asemejando a un público espectador y expectante ante
próximas actuaciones estelares o secundarias de los que hoy hacen las veces de
actores en el gran teatro en que se ha convertido todo o casi todo lo
relacionado con el citado al principio ambiente político. No tenemos otro
remedio. Ni siquiera comparsas.
Normalmente, las obras que
contemplamos en un teatro suelen derivarse de la ficción o lo que es lo mismo,
reflejan situaciones ficticias fabricadas por las mentes más o menos
ingeniosas, más o menos interesantes que se dedican a esos menesteres. Por lo
tanto, podemos decir que en ellas domina la mentira (no en sentido peyorativo
sino como recurso para contar historias) y como andamos buscando paralelismos,
lo que sí estamos viendo con claridad es que en ese teatro político que
contemplamos, la mentira, pero la mentira real es la principal protagonista. Un
ejemplo nítido de ello es esa afirmación que antes citamos del “poder en manos
de la ultraderecha, delincuente y asesina” con que inicia su campaña uno de los
actores de la próxima función. Ello nos hace pensar que si empezamos así ¿a qué
llegaremos?
Y es que, en este caso, como cada
uno fabrica su guion con toda libertad sin sujetarse a ninguna norma ni
limitación, tenemos que disponernos a ver y escuchar toda clase de ocurrencias
ingeniosas, sagaces, simples, torpes, simpáticas para unos, antipáticas para
otros y así hasta que nuestros oídos opten por una voluntaria y oportuna
sordera para evitar que nuestro cerebro llegue a nublarse.
Lo que ya ha empezado, y hoy va
ocupando titulares en toda clase de prensa es el juego (otra de las
características de nuestra política actual) del nombramiento de candidatos que
trae consigo el baile de fichas en ese otro juego para cambiar pero sin perder
prebendas o ”méritos adquiridos” o para
participar en el reparto por parte de aquellos que lo ambicionan. Todo será
como de costumbre: “esto a cambio de aquello” o “aquello a cambio de esto”,
triste y desesperanzadora realidad a la que nos toca asistir, como digo en el
título, a la espera del espectáculo. Será entretenido, no me cabe duda pero al
mismo tiempo y quisiera equivocarme, penoso.
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