Continuamos con los libros “Poesía española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas, "Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”, Editorial EDIMAT KIBROS (Ediciones y Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317 páginas incluido “Índice”, y "Los mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A., 1999, 256 páginas.
En el primer libro, página 12, se le la siguiente poesía
intitulada “Canción”:
“Canción”
“¡Dicen
que me case yo!
¡No
quiero marido, no!
Más
quiero vivir segura
nesta
tierra a mi soltura
que
no estar en ventura
si
casaré bien o no.
¡Dicen
que me case yo!
¡No
quiero marido, no!
Madre,
no será casada
por
no ver vida cansada,
o
quizá mal empleada
la
gracia que Dios me dio.
¡Dicen
que me case yo!
¡No
quiero casarme, no!
No
será si es nacido
tal
para ser mi marido,
y
pues que tengo sabido
ue
la flor yo me la so.
¡Dicen
que me case yo!
¡No
quiero marido, no!”
Gil
Vivente (1470-1539)
En el tercer libro, páginas 64 a 66 figura el romance
de Durandarte intitulado “Romance de Durandarte herido” y “Romance de
Durandarte”. Hoy veremos el primero, dejando el segundo para la próxima
entrega.
“Romance de
Durandarte herido”
"¡Oh Belerma! ¡oh Belerma! por mi mal fuiste engendrada, |
|||
que siete años te serví sin de ti alcanzar nada; |
|||
¡agora que me querías muero yo en esta batalla!. |
|||
No me pesa de mi muerte aunque temprano me llama; |
|||
¡mas pésame que de verte y de servirte dejaba!. |
|||
¡Oh mi primo Montesinos! lo que agora yo os rogaba, |
|||
que cuando yo fuere muerto y mi ánima arrancada, |
|||
vos llevéis mi corazón adonde Belerma estaba, |
|||
y servidla de mi parte, como de vos yo esperaba, |
|||
y traedle a la memoria dos veces cada semana; |
|||
y diréisle que se acuerde cuán cara que me costaba; |
|||
y dadle todas mis tierras las que yo señoreaba; |
|||
pues que yo a ella pierdo, todo el bien con ella vaya. |
|||
¡Montesinos, Montesinos! ¡mal me aqueja esta lanzada! |
|||
el brazo traigo cansado, y la mano del espada: |
|||
traigo grandes las heridas, mucha sangre derramada, |
|||
los extremos tengo fríos, y el corazón me desmaya, |
|||
que los ojos que nos vieron ir nunca nos verán en Francia. |
|||
Abracéisme, Montesinos, que ya se me sale el alma. |
|||
De mis ojos ya no veo, la lengua tengo turbada; |
|||
yo vos doy todos mis cargos, en vos yo los traspasaba. |
|||
-El Señor en quien creéis él oiga vuestra palabra-. |
|||
Muerto yace Durandarte al pie de una alta montaña: |
|||
llorábalo Montesinos, que a su muerte se hallara: |
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quitándole está el almete, desciñéndole el espada; |
|||
hácele la sepultura con una pequeña daga; |
|||
sacábale el corazón, como él se lo jurara, |
|||
para llevarlo a Belerma, como él se lo mandara. |
|||
Las palabras que le dice de allá le salen del alma: |
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-¡Oh mi primo Durandarte! ¡primo mío de mi alma! |
|||
¡espada nunca vencida! ¡esfuerzo do esfuerzo estaba! |
|||
¡quien a vos mató, mi primo, no sé por qué me dejara!" |
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