Comentábamos en el artículo anterior, que en éste veríamos algo sobre la fragmentación social.
En una sociedad normalmente constituida, cuando hay
algún problema, conflicto, aprieto, dificultad, etc, etc, la sociedad procura
resolver los problemas valiéndose, obviamente, de las personas. De esto sabe
mucho el comunismo, por lo que uno de sus primeros pasos para instalarse, es
desintegrar y fragmentar la sociedad en pequeñas porciones divididas y
pulverizadas, con el objetivo de aislar a las personas, estableciendo grupos
enfrentados y opuestos, sembrando el odio y el enfrentamiento. Para todo esto,
y como ya saben, se vale del sexo, de la clase, de la raza y, como no podía ser
de otra manera, del asunto religioso.
Con esto se aumenta el rencor, la animadversión, el
odio, la inquina, etc, empleando las descalificaciones de siempre: retrógrados,
reaccionarios, liberales, conservadores, fachas, etc, etc. De esta forma, la
persona pasa a ser un individuo pulverizado, fragmentado y señero, que nada
tiene que hacer ante un régimen totalitario que se inmiscuye en todos los
asuntos de la sociedad.
Continuará.
En la próxima entrega
comentaremos algo sobre las faenas y operaciones de engaño, hábilmente
camufladas.
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