Nació en Valencia en 1350, y murió en Vannes (Francia) en 1419. Fue un santo muy estudioso, ingresando en la Orden de Predicadores, teniendo a su cargo una cátedra en Lérida, y posteriormente otra en Barcelona, aunque su mayor inclinación no era la enseñanza, sino la predicación. A sus alocuciones y sermones asistían grandes cantidades de gente, lo que hacía que las iglesias se quedasen pequeñas.
En Valladolid convirtió a un rabino que gozaba
de mucha popularidad, siendo luego obispo de Burgos. Asimismo, en Valencia
convirtió a diez mil judíos, convirtiendo también en Salamanca a todos los
judíos de la sinagoga, que luego se convertiría en una basílica cristiana.
Cuando
falleció Martín I de Aragón, conocido como Martín el Humano (Francia, 1356 –
Barcelona, 1410), no de dejó sucesión al reino, siendo varios los príncipes que
aspiraban a heredarlo. Ante esta situación, hubo una asamblea en Caspe, siendo
llamado San Vicente Ferrer para que expusiese quién sería el sucesor, eligiendo
a Fernando de Antequera, siendo proclamado rey y recibiendo la corona de
Aragón.
Posteriormente,
San Vicente se fue al extranjero, siguiendo con sus predicaciones en Francia y
en Suiza, convirtiendo a millares de judíos. Su palabra era como una luz que
iluminaba cualquier mente.
Una vez
en Bretaña, región situada al noroeste de Francia, allí falleció, siendo
canonizado por el Papa Calixto I I I, siendo elegido posteriormente por los
valencianos como su patrón.
Fuente: páginas 42 y 43 del libro “Cien figuras españolas.
Biografías de españoles célebres”, autor Antonio J. Onieva, Imprenta Casa
Editorial “Hijos de Santiago Rodríguez”, Burgos 1951, 212 páginas.
Continuará.
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