lunes, 21 de diciembre de 2020

La escuela comunista ( X )



Teorías económicas de Marx

En su mente dogmática e intransigente, Marx da por sentadas que la lucha de clases y la transformación industrial, son las bases o pilares fundamentales de su teoría económica: la teoría del valor y la de la plusvalía, ambas comentadas en otros artículos anteriormente.

 Por enésima vez se ve que el judío en este tema tampoco es original, ya que había sido abordado por G. Thompson, discípulo a su vez de Roberto Owen, del que ya hemos hablado. En una palabra: las teorías de valor, costos, plusvalías, etc son originales de la escuela clásica británica.

 Como se sabe, el valor absoluto del trabajo es el eje del sistema económico marxista, aunque Marx no prueba ni explica cómo debió hacer eso del “valor absoluto del trabajo”. Aquí la marrullería se ve a las claras: si hubiera hecho las pertinentes aclaraciones se habría dado cuenta que “el precio de las mercancías coincide con los costos de trabajo”, estando esto en rotunda contradicción con otra frase suya en la que dice que “el valor de un producto son las horas invertidas en su trabajo”. Además, en “El Capital” se puede leer que “la expresión del valor de una mercancía en oro es su forma de dinero, o sea su precio”. Sin embargo, y contradictoriamente, afirma luego que “una cosa puede tener un precio formal sin tener valor”. Estas dos afirmaciones se autodestruyen y se autoexcluyen. Pero, claro, los pensadores “químicos” marxistas lo disculpan diciendo que fue un descuido en la forma de expresarse del judío.

 Veamos a continuación lo que decían de él algunos personajes, como Mijail Bakunin, agitador anarquista revolucionario, quien en 1.871 escribía:

 “Marx era mucho más avanzado que yo; hoy se encuentra mucho más atrasado, incomparablemente más atrás que yo; yo no sabía nada de economía política. No había leído las abstracciones metafísicas y mi socialismo era completamente instintivo. Era él ya un ateo, un materialista preparado, un socialista bien considerado. Fue justamente por este tiempo cuando elaboraba los primeros fundamentos de su presente sistema. Nosotros nos entrevistamos bastantes veces, porque yo lo respetaba mucho por su preparación y su apasionada y seria devoción siempre mezclada, no obstante, de vanidad personal a la causa del proletariado, y yo buscaba ávidamente su conversación, que era siempre instructiva e inteligente cuando no era inspirada por un rencor mezquino, lo que desgraciadamente le ocurría demasiadas veces. Pero no hubo nunca una intimidad franca entre nosotros. Nuestros temperamentos no lo permitían. Él me llamó un idealista sentimental, y tenía razón; yo le llamé un hombre vanidoso, pérfido y pícaro, y yo también tenía razón”.

 En 1.847, también escribía Bakunin desde Bruselas:

 “Los artesanos alemanes Bornstedt, Marx y Engels – y sobre todo Marx – están aquí, haciendo su daño habitual. Vanidad, despecho, chismes y altivez acerca de las teorías; pusilanimidad en la práctica – reflexiones sobre la vida, la acción y la sencillez, y una ausencia completa de vida, acción y sencillez -; artesanos literarios y disentidores, con una coquetería repulsiva en ellos. ‘Feuerbach es un burgués’, y el término ‘burgués’ aumentado en un epíteto repetido, ad nauseam; pero cada uno de ellos, desde la cabeza hasta los pies, en absoluto, totalmente es un burgués provinciano. En una palabra, mentira y estupidez, estupidez y mentira. En esta sociedad no hay posibilidad de tomar aliento amplio y libre. Yo me mantengo apartado de ellos y he declarado decididamente que no me afiliaré a su unión comunista de artesanos y no tendré nada que ver con ella”. 

 En próximo y último artículo veremos, también someramente, las predicaciones de Marx sobre el trabajo que hace en el Manifiesto Comunista.



 

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