A la sombra de la pandemia se van recortando los logros de
ochenta años.
“Eres, oh España, la más hermosa de todas las tierras que se
extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en tus príncipes,
madre de muchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina de todas las
provincias, pues de ti reciben luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez
de todo el Orbe; tú, la porción más ilustre del globo. En tu suelo campea
alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo...”
A la vista y lectura del amplio párrafo que antecede,
posiblemente alguno de nuestros bachilleres, y “bachilleras”, junto con la
nueva “intelectualidad” que hoy abunda, habrá adjudicado su autoría a algún
reaccionario facha, quizá canario por aquello del pueblo godo, imbuido por las
ideas franquistas de exaltado entusiasmo patriótico tan comunes en su época y
tan criticadas hoy por los que están transformando España en algo
irreconocible, renegando de su gloriosa historia...
Bien, pues si alguien ha pensado lo que yo aventuro a creer,
tengo que decirle que está un tanto, y diré solo un tanto equivocado para que
no se interprete como una falta de respeto mi impresión, ya que el autor del párrafo
reproducido es ni más ni menos que nuestro colosal San Isidoro de Sevilla, que
vivió entre 556 y 636 en pleno del, por cierto bastante ignorado reino
visigodo, fue treinta años arzobispo de
Sevilla y, por encima de todo, extraordinario y fecundísimo intelectual con una
obra gigantesca uno de cuyos títulos “De laude Spaniae” es el que contiene el
repetido párrafo y que no termina en lo que he transcrito, sino que sigue y
sigue alabando a nuestra patria con hermosas y emocionadas palabras.
Podríamos imaginar lo que diría nuestro excelso padre de la
Iglesia, si volviese a este mundo y pudiese comprobar en lo que están
convirtiendo a la nación objeto de sus encendidas alabanzas.
La cuestión es que, a los que ya hace muchos años peinamos canas
y a los que nos quieren despachar ya de este mundo por estorbos inútiles, no
acaba de entrarnos en la cabeza que los mayores enemigos de gran parte de
nuestros enormes valores reconocidos universalmente, sean precisamente los que
hoy “conducen” esta gloriosa nave pretendiendo ignorar esa envidiable historia,
liquidando de paso los últimos y meritorios ochenta años de trabajo, esfuerzo,
concordia y paz, con la resurrección de viejos rencores que habíamos conseguido
enterrar en un ambiente de mutuo perdón y sereno olvido.
Así era la vida que se había logrado y de ahí el título de este
artículo ya que hoy constatamos día tras día que “la vida no sigue igual” por
mucho que se quiera bendecir esa tan valiosa y digo valiosa porque vale para
todo, tan repetida, manoseada y tergiversada palabra: democracia, que aquí y
ahora, a la vista de la realidad, parece desprovista de todos los elementos que
contiene su significado etimológico, literalmente: “gobierno del pueblo” y más
ampliamente: “sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el
derecho de ese pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”. ¿Reconocen
ustedes este sistema en mi querida España, esta España mía, esta España
nuestra? Yo, la verdad es que no, y por otra parte sigo recordando, admirando y
venerando a nuestro prolífico y universal San Isidoro de Sevilla.
Francisco Alonso-Graña del Valle.
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