martes, 15 de diciembre de 2020

La escuela comunista ( V I I )



Carlos Marx ( I I)

 Seguimos con “El Capital”. Una de las cosas que se intentaron hacer con esta obra, aparte de ser considerada como la Biblia del marxismo, fue la de considerarla como un instrumento para cambiar el pensamiento humano y, también, hacer con ella una “intelectualidad”. (Conocimos un pedante marxista infumable que decía de sí mismo “tengo mucho de intelectual”). El asunto era, y es, indigestar a las masas, desviándolas de otras orientaciones.

Hemos visto “El Capital” en bibliotecas de muchas personas y, curiosamente, ninguna lo había leído. A lo sumo, lo habían empezado, pero nunca lo terminaron.

 Marx, por medio de este libro, pretendía crear toda una base “científica”, sobre la cual tenía que ser edificado el mundo: había que modificar el ser humano para crear “un hombre nuevo” y crear también un nuevo tipo de civilización con el objetivo de conseguir “el porvenir radiante de la  humanidad”. Lo que nadie dice es que las contrariedades que sufrió en su vida este judío, se proyectaron en “El Capital”, en donde se puede ver su filosofía negativista y especulativa. Si somos sinceros, este libro no resiste el más mínimo examen mirado desde la más pura lógica, ya que está lleno de sofismas y falacias. Y también de fantasías.

 Los tres puntos más importantes del contenido de esta obra son: 1º).- Materialismo histórico, o lo que es lo mismo, concepción materialista de la historia. 2º).- Lucha de clases e internacionalismo proletario y 3º).- Teorías económicas.

 Sobre el materialismo histórico, Marx llevado de su prepotencia, soberbia y doctrinarismo, desdeñó la causa y el origen de aquello que pretendía estudiar. Es decir, despreció el derecho, la moral, la filosofía, la religión, la industria, el comercio y un montón de cosas más. Como puede verse, su plan de trabajo estaba basado en una conveniencia personal totalmente artificial.

 Una de las muchas incoherencias de Marx es la de que reconoce la existencia de un “ambiente social”. Si esto es así, ¿cómo se puede prescindir de esto para empezar una nueva “ciencia”? Porque no hay que perder de vista que la fuerza productiva está formada y constituida por muchas circunstancias: ciencia, moral, religión, etc, que influyen directamente en la vida de los humanos creando, incluso, costumbres a nivel colectivo e individual.

 Visto esto, el materialismo histórico marxista es totalmente absurdo, y además viene a ser un estrujamiento y retorcimiento de teorías pre-marxistas, lo que hace que, prácticamente, no haya casi nada original en la obra de Marx, convirtiéndose en un gran recopilador.

 Por otra parte, la definición de fuerza productiva no es ni concreta ni lógica, ya que no admite que la ciencia natural sea un producto y no una causa de la evolución histórica. Este es uno de los muchos puntos débiles de la teoría marxista. Dice el judío que la ciencia natural es independiente. Si esto es así, ¿se puede prescindir de la filosofía que, como es sabido, va íntimamente ligada a la ciencia? Esta contradicción le importa un bledo, dos cominos y tres dídimos a Marx. La falacia “ingnoratio elenchi” ( I ) queda aquí manifiesta. Y como no lo puede explicar, la soslaya, aunque luego vendrán los dogmáticos marxistas que, con su prepotencia y pedantería, encuadrarán todo el acontecer humano en el concepto de “fuerzas productivas”.

 Una de las frases más “geniales” de su obra es la de lo ideal no es más que lo material, transformado en la cabeza del hombre”. Y se quedó tan tranquilo. Lo peor es que ha sido admitida a pies juntillas porque, claro, para eso está el sofisma “ad verecundiam”, oiga, es decir, lo dijo Blas, punto redondo.

 ( I ).- “Ignoratio elenchi” es una falacia, un razonamiento falso, que puede traducirse por “ignorancia de la causa”. Pretende demostrar y probar de forma intencionada, distrayendo al “pueblo soberano”, sobre asunto o asuntos que nada tienen que ver con el tema que se está tratando, pero que tienen cierta relación y analogía, desviando la atención para confundir al interlocutor, al oyente, al auditorio, a la concurrencia, es decir, al “pueblo soberano”

 Continuará.



 

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