jueves, 17 de diciembre de 2020

Desde las arrimadas de Inés a las lágrimas de Irene


 

Reconozco que acabo de poner un título que puede resultar al menos un tanto intrigante y perdón por ello pero no me apetece cambiarlo y ahora veo lo más difícil: salir adelante y que no sea “por peteneras”.

Bien, pues desde las arrimadas de Inés a las lágrimas de Irene, cosas que no tienen nada que ver con aquello que dice que “desde Santurce a Bilbao vengo por toda la orilla”, empezaré por las arrimadas de Inés, que estos días van dirigidas hacia Su Excelencia con motivo de los tan manoseados Presupuestos Generales del Estado. A la vista de las preferencias actuales de hoy (mañana quién sabe) de dicho primer ciudadano, sospecho que por mucho que se esfuerce Inés, incluso aunque llegue a lucir la pantorrilla, el susodicho no va a hacer ni pajolero caso a esa mano que le tiende con entusiasta e insistente insistencia valga la redundancia, digna de mayor atención, para que la acepte en vez de aceptar las de sus socios actuales, algunas de las cuales no demasiado limpias precisamente sino todo lo contrario.

 Y es que esto de Ciudadanos no alcanzo a vislumbrar lo que pretende. Es claro y reconocido  que hay personas muy valiosas dentro de ese grupo pero da la impresión de que andan todos un poco por lo libre con  magníficas intervenciones en cuanto les dejan pronunciarse pero lo que parece es que como partido, y Dios me libre de hacer juicios categóricos al respecto sino simplemente opinar como podría hacerlo un peatón o un hombre de la calle español y repito que, como partido, no acaba de aglutinarse convenientemente y sus buenas ideas corren el peligro de fundirse desgraciadamente con la nada en las ondas etéreas que sobrevuelan el Parlamento y que abducen de forma casi inmediata cualquier idea que tenga un tanto de sentido y cordura. Y además, una de  las debilidades de C’s tan generalizada hoy es ese temor atávico (bueno, no tan atávico, más bien desde la Transición) a ser tachado de derechas. En fin, tampoco hay otros muchos que tengan su chance pues su Eminencia Sapientísima seguirá oyéndolos como quien oye llover. No quisiéramos tener que entonar un réquiem por el partido de la señora Inés pero al paso que vamos, quizá sea inevitable. Ojalá no lo sea, pero para ello necesita aclararse más ante la opinión pública.

 En cuanto a las lágrimas de Irene, todos las hemos visto incipientes en su rostro compungido por la emoción al entonar una vez más su decidida defensa de la mujer ante la violencia. Bien está y nadie estará en contra de esta defensa, pero lo que no es aceptable es que sea hecha de un modo tan partidista, interesado y con absoluta falta de imparcialidad ya que entonces los suspiros podrían ser nada más que una teatral concesión a la galería y las lágrimas, como en la copla únicamente servirían para “caer en la arena” y sumirse en ella sin más.

 Hemos visto una Irene de lágrima fácil (aunque haya asegurado en su día que las lloradas se dejan en casa) y nos parece que esto es bueno pues es muestra de sentido y sensibilidad pero no estaría de más que esta sensibilidad que parece atesora y que aflora ante la desgracia, la aplicase también ante otras desgracias o tragedias, por ejemplo la que se repite día tras día con la práctica del aborto, a la vista de tanta criatura despedazada a la que se ha negado el derecho a la vida sin un átomo de misericordia. Aquí quisiera ver yo abundantes lágrimas. Sin embargo aquí, desgraciadamente, sí hemos visto a las feminazis, en su día, llorar emocionadas pero no de pena sino de alegría al verse aprobadas leyes que permiten tamaña monstruosidad. Muy difícil encajar unas lágrimas con otras.

 Habrá que terminar y para ello nada mejor que un manifiesto deseo en defensa de la vida que me gustaría compartiesen cuantas personas muestran sensibilidad ante las desgracias que se producen a diario, entre las cuales no cabe duda que, lastimosamente, ocupa un lugar destacado  la muerte violenta de tanta criatura inocente, digna sí de abundantes sollozos y lágrimas.

 Francisco Alonso-Graña del Valle

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