No nos estamos refiriendo a la novela de Charles Dickens,
ni a la película de Charles Chaplin, que tienen este mismo título, sino a los
tiempos difíciles que nos ha tocado vivir. La ausencia de normas morales
trituradas por ya sabemos quién, nos ha conducido a una situación poco menos
que catastrófica. Se podrían poner muchos ejemplos, pero quizá el más
sangrante, que nos ha llevado también a
esta brutal situación económica, sea el de pisotear los intereses de la Patria
en beneficio de los intereses de partido.
Claro que si lo pensamos un poco, esta falta de normas
morales puede que provengan de aquellos principios de la Revolución Francesa,
de los cuales se nutrieron, entre otros, Carlos Marx ad company.
Esto ha traído que estas normas y valores, arraigados en
la tradición, no solamente en los Estados, sino también en las familias, hayan
desaparecido en los comportamientos de las personas y, lógicamente, de la
sociedad, llegando al nihilismo y al hedonismo actuales, junto al relativismo
moral y, si nos apuramos un poco, al intelectual.
No tenemos más que echar un vistazo al “ente”, o dicho en
román paladino, a la telebasura. Por ahí salen los “forjadores de opinión”, “pensadores químicos” ellos, dotados de una hybris
intelectualista que les hace tener una visión privilegiada sobre el mundo,
oiga.
Las características principales de estos “pensadores químicos” son la pedantería y la soberbia. Intentan expedir
certificados intelectuales con una serie de teorías e ideas que científicamente
no están probadas. Las preguntas de ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y
¿hacia dónde vamos? siguen sin respuesta científica. La religión cristiana es
la única que explica y responde a las preguntas anteriores. Pero, claro, al
hablarles de religión a estas personas de la “hybris intelectualista”, se ponen catatónicas, y para responder a estas preguntas recurren a
mitos y fantasías creando dogmas basados en la mayoría de los casos en mentiras
Repetir una mentira para convertirse en verdad es una táctica muy vieja empleada por los regímenes totalitarios marxistas y fascistas y que actualmente sigue en vigor. Con los poderosos “mass media” de ahora, la manipulación de las palabras y el lenguaje ha llegado a tal extremo, que cosas vanas y fútiles nos las quieren vender como importantes. Sin embargo, cosas de verdadera enjundia, como por ejemplo la razón de por qué existimos, casi nadie intenta explicarlas. Las “mentes pensantes” del poder son las que deciden, ya que se creen que poseen el “conocimiento total” y tales cosas no deben tratarse.
Es claro que los temas trascendentes no interesan. O mejor dicho: alguien y algunos no quieren que interesen. El famoso y poderoso Principio de la Vulgarización de Goebbels es el que impera: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
Repetir una mentira para convertirse en verdad es una táctica muy vieja empleada por los regímenes totalitarios marxistas y fascistas y que actualmente sigue en vigor. Con los poderosos “mass media” de ahora, la manipulación de las palabras y el lenguaje ha llegado a tal extremo, que cosas vanas y fútiles nos las quieren vender como importantes. Sin embargo, cosas de verdadera enjundia, como por ejemplo la razón de por qué existimos, casi nadie intenta explicarlas. Las “mentes pensantes” del poder son las que deciden, ya que se creen que poseen el “conocimiento total” y tales cosas no deben tratarse.
Es claro que los temas trascendentes no interesan. O mejor dicho: alguien y algunos no quieren que interesen. El famoso y poderoso Principio de la Vulgarización de Goebbels es el que impera: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
El defender ciertos valores morales, es algo “carca” y
fascista. Lo que está de moda es creer todo lo que aparece en los “mass-media”,
previamente cocinado por los de la internacional de la mentira ¡Qué tiempos más
difíciles nos ha tocado vivir, Señor! Bien es verdad que tales tiempos tienen
una cosa positiva: por lo menos sirven para conocer las verdaderas amistades.
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