miércoles, 25 de marzo de 2020

En España sobramos los mayores



En torno a las teorías de una destacada discípula de Darwin.

Pues sí, es en serio: hoy día, gracias a esta forma de gobierno que llaman democracia, el ocupar un puesto en la política, sea cual sea, infunde una gracia infusa que convierte a esos afortunados en licenciados, doctores, especialistas, etc. de todas las ciencias y saberes del mundo entero.

Sí, vuelvo a repetir, cada vez soy más consciente de ello y yo, que no es por presumir, pero tengo dos licenciaturas universitarias o lo que, vulgarmente se dice, dos carreras, no había sido consciente, aunque ya lo iba sospechando, de la ciencia que atesoran hoy día nuestros políticos y, como es de rigor decir y reconocer, nuestras políticas. Y es que tengo tan reciente una muestra de lo que digo y afirmo, que, sin dudarlo, me pongo a escribir para hacer partícipes a quienes tengan el humor y las ganas de leerme, de esa muestra que, de tal modo, agitó mis sentidos que estuve a punto de perder la estabilidad ante el mareo que me produjo el escuchar sapiencia tal que, para mi vergüenza me hizo sentir tan ignorante e insignificante como una zapatilla de cuadros, vieja, descosida, destalonada y ajada. Todo esto me produjo el escuchar una teoría sobre la evolución de las especies, mantenida y expresada ante ignoro qué audiencia, por una concejala de Juventud de SOMOS, del Ayuntamiento de Arrecife, capital de la isla de Dios, Lanzarote, como dice una entrañable isa de allá, de las islas Afortunadas.

No queriendo mantener a vds. en un suspense más prolongado, voy a intentar reproducir literalmente, el resumen de la teoría mantenida, quizá, por desgracia en el marco de una rutinaria sesión de Ayuntamiento y que sería digna de presentarse en foros de mayor altura intelectual o científica por una estudiosa que, de vivir en otros tiempos, sería discípula o colaboradora predilecta del insigne Charles R. Darwin por sus brillantes conocimientos de la teoría de la evolución de las especies por la selección natural.

Allá va, esperando no me tiemble el pulso al reproducir las brillantes y destacadas consecuencias o deducciones expresadas en un tono tan seguro y doctrinal que resulta categórico y que, realmente, impresiona. Más o menos:

"Este virus que ha mutado dos veces para que no lo pillen (sic), está atacando solo a personas mayores y no a jóvenes y niños con lo que creo yo que la naturaleza nos está dando un aviso que puede ser que estemos llenando la tierra (sic) de personas mayores y no de jóvenes".

La autora de tan brillante teoría se llama Elisabet Merino y, repito es concejala de Juventud del ayuntamiento de Arrecife por el partido SOMOS, una marca de PODEMOS por aquellas latitudes. Y, no me tilden de pesado pero repito su nombre: Elisabeth Merino para que lo retengan, pues con el tiempo, con toda seguridad, se hará acreedora al premio Nóbel de las Ciencias. Lo malo es que a nuestras edades y sobre todo, vista la teoría de esta mente privilegiada, tal vez nos hayan dado ya un pasaporte para mejor vida.

Bien, pues yo, persona muy mayor y con conocimientos elementales sobre las teorías de la evolución y la selección natural, le diría a esta darwinesca concejala que lo que sobran realmente en esta tierra son representantes de la raza asnal a la que, sin duda ella pertenece, raza que sería con seguridad estudiada con gran interés por el maestro de la evolución para intentar determinar de qué mundo procede esa especie, a todas luces próxima a lo animal. Y que más que el coronavirus que ella debe conocer a fondo, es temible el virus de la ignorancia como el que ella arrastra. Y le agradecería que nos permitiese a los mayores vivir en paz lo que nos queda de vida, pues ni pretendemos ni vamos a llenar la tierra sin dejar espacios. Y también,  si me lo permite y si no también, le recomendaría que cierre esa boca para librarnos al menos de escuchar rebuznos de tal magnitud. Es lo mejor que puede hacer para bien de la humanidad que sin duda, es lo que ella desea y para final, que no se meta a influenciar sobre la continuidad de las especies, que ya ellas continúan por sí solas sin necesidad de teorías tan peregrinas.


Francisco Alonso-Graña del Valle

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