Ya que hay que "recuperar la memoria histórica", y la
“democrática” vamos a ello y, como siempre decimos, la más reciente.
Allá por el
verano del año 2009, en pleno "zapaterato", se celebró en
Barcelona una manifestación en favor del idioma español y en contra de la
imposición lingüística de la lengua vernácula que se quería, y se quiere hacer,
no sólo en Cataluña, sino también en Galicia y en Vascongadas. La protesta
nació, básicamente, de los padres de los alumnos que tenían, y tienen,
verdaderas dificultades para que sus hijos aprendan correctamente el español.
Estos
“nazionalistas” no se dan cuenta, que nuestro idioma es el segundo que más se
estudia en el mundo: 14 millones de jóvenes lo están aprendiendo en casi 100
países y que, en EE.UU., por ejemplo, en muchos estados es la primera lengua.
La consecuencia
que se saca es una terrible paradoja: mientras que en el mundo se intenta
aprender la lengua española, en la propia España se la está marginando,
tratando de convertirla en un mero asunto de tradición oral.
Por otra parte,
como ya sabrán nuestros lectores, Bernat Joan i Mari, militante de Esquerra
Reoublicana de Catalunya, dijo en su día en un curso de “planificación
lingüística”, que no haría falta la asignatura de la lengua española en las
escuelas. Textualmente dijo: “Aunque no se enseñara en el sistema
educativo de Catalunya, la gente sabría castellano por pura inmersión en el
medio”.
Es decir, la
lengua española se aprendería en la calle.
Luego está “La
modalidad lingüística” de Andalucía. Aquí la cosa es poco menos que
esperpéntica debido a que en aquella comunidad existen varias formas de hablar
el español. Si en Almería y Jaén, por ejemplo, se habla muy parecido a como se
habla en Murcia y La Mancha, respectivamente, ¿qué “modalidad” se
aceptará? ¿El andaluz batúa? Posiblemente. Los comisarios lingüísticos están
para algo: se extenderán certificados del dominio del andaluz (si se pronuncia
bien la jota, la zeta o la ce) y se quedarán muchas personas sin trabajo,
aunque hayan sido brillantes estudiantes en Salamanca, por ejemplo.
Como parece que
estamos en una época de “solemnidad”, se siguen diciendo bobadas y sandeces
solemnes. Asombrados estamos, mi lord.
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