Como ya sabrán, y como ya hemos dicho en otras
ocasiones, esta impresentable España está invadida y cubierta de cantos de
sirena, de cuentos de hadas y de cortinas de humo, amén de hacer predominar y
despuntar enfoques y perspectivas personales, amén también de lucir deseos con
el fin de despistar, desorientar, desconcertar, etc.
Por mucho que se hable del “pueblo soberano”, los
intereses colectivos prácticamente no cuentan para nada, salvo cuando se pide y
se recurre al asunto con el objeto de salir a la palestra para conseguir
momios, sinecuras, prebendas, canonjías y privilegios, ya que lo verdaderamente
importante es, una vez conseguid el poder, mantenerse en él sea como sea
haciendo gala de ideologías dogmáticas e intransigentes.
A pesar de dichas ideologías, hay una enorme
diferencia y separación entre la jerga de las proclamas, peroratas, discursos,
alocuciones, etc, con grandes declaraciones y afirmaciones públicas ataviadas y
decoradas con una verborrea llena de demagogia y logomaquia, y las ofertas,
quimeras y promesas políticas. El populismo es el populismo, oiga.
Lo que verdaderamente interesa y quiere el pueblo, no
es la mentada verborrea vacía y trivial, sino ideas claras, hechos precisos,
cabales y concretos, amén de contextos, situaciones y circunstancias ciertas y
evidentes, dando una patada a lo oculto y esotérico, y a lo ambiguo y a lo
impreciso. También le interesa al pueblo que haya diseños y proyectos claros,
amén de correcta información, claridad y nitidez en los asuntos estatales.
Pero claro, oiga, eso es como pedir peras al “horno”,
que diría un votante sociata. Las influencias y predominios personales, casi
todos ellos preñados de amistades y cariños encantados y fascinados, pululan a
campo abierto dentro de “los muros de la Patria mía”. La verdad es que los
asuntos se resuelven y solventan en cuadrillas, decidiendo solucionar los
problemas según los intereses y provechos personales que más convengan.
En fin, es necesario e imperioso acabar con todo esto,
y acabar también con ciertos personajes que, al más puro estilo gramsciano,
distraen con sus falsos argumentos al “pueblo soberano” con sus fuegos
artificiales y cortinas de humo.
Continuará.
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