Uno
de los muchos medios de los que se vale la casta política para engañar, mentir,
distorsionar, alterar, modificar, cambiar, etc, etc., sobre todo en períodos
electorales, es el de la perversión del lenguaje que, unido al control y dominio de los “mass-media”, al más puro
estilo gramsciano, no solamente consiguen lo que se proponen, sino que también consiguen anular la
personalidad y el pensamiento del “pueblo soberano”.
Esta perversión lingüística se podría contrarrestar, e
incluso frenar, si los “forjadores de opinión” fuesen verdaderamente honrados y
dejasen de mirar para el panel ideológico. Pero, claro, oiga, esto es pedir
“peras al horno”, que diría un “ministrable”.
Dichos “forjadores” cuentan con un arma que les
facilita muchísimo el trabajo: “el ente” que, como ya es sabido sobradamente,
para mucha gente constituye el último dictamen, es decir, lo dijo “el ente” y
punto redondo. Ya no hay más que objetar.
Por otra parte, esta invasión del “ente” en las vidas
de nuestros jóvenes es asombrosa. No hay nada más que escuchar y oír el
vocabulario que emplean, por mor del embotamiento mental que sufren debido al
constante bombardeo de imágenes, embotamiento que les inutiliza y les
incapacita para pensar por sí solos o de forma abstracta.
Todo esto trae, asimismo, la aparición de un “idioma”
basado en expresiones no solamente con
faltas ortográficas y sintácticas, sino con signos que nada tienen que ver con
lo que se está escribiendo. No hay nada más que echar un vistazo a ciertos
correos electrónicos, o a ciertas conversaciones a través de móviles. No
digamos ya nada de lo que se ve en las “enredes” sociales. Como ya hemos dicho
en otra ocasión, estos jóvenes se han convertido en auténticos “telefonópatas”.
Por otra parte, la falta de lectura hace que estos
jóvenes no tengan la más mínima capacidad de crítica sobre algo, lo que les
hace ser unos receptores fáciles de manipular y dóciles de manejar. El emisor
del mensaje encuentra de esta manera el campo totalmente abonado y trillado. Que
se lo pregunten a Su Sanchidad y a Sor Yolanda.
Si a esto unimos la ideologización y politización de
los medios de comunicación, tendremos un panorama de lo más tenebroso que uno
se pueda imaginar. . . bueno, para ciertos partidos políticos en realidad no es
tenebroso, ya que tienen el camino prácticamente expedito.
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