El título completo del libro es “Libres. Historias
y testimonios de Rusia”, autora Giovanna Parravicini, Ediciones Encuentro,
S.A., Madrid, traducción de Eduardo Tolosa Ugarte, 173 páginas, incluida
“Bibliografía”.
Como ya sabrán, Sor Yolanda dijo en su día que el
comunismo era “democracia e igualdad”. Una de las más mentiras cochinas
que hemos escuchado. Dicho esto, le vamos a dedicar el comentario de este
libro, a ver si se entera. Como ya saben, sobre el marxismo-leninismo tenemos
comentados varios libros en este blog.
Este es un gran libro que desvela todo el tremendo
andamiaje social, político, económico y religioso de la destartalada URSS,
debido a la ideología marxista-leninista que anuló la libertad, la
independencia, el respeto a distintas opiniones, siendo una auténtica máquina
de aniquilación, sometiendo al pueblo a un totalitarismo y absolutismo jamás
visto.
El libro consta de “Introducción”, página 9; “La
ley de un hombre vivo. Padre Alexander Men”, página 15; “En el signo de
dos estrellas. María Yudina”, página 35; “En viaje hacia lo verdadero.
Eugenia Ginzburg”, página 51; “Nuestros maestros. Sergei Averincev”,
página 69; “La mecanógrafa y los muchachos del FARO. Vera Laskova”,
página 89; “Nuestro ‘sol’ lituano. Padre Stanislovas Dobrovolskis”,
página 109; “El por qué de una aventura. Víctor Popkov”, página 127; “Una
Antígona de nuestros días. Lidia Golovkova”, página 143; “Los tres
deseos de la farmacéutica. Elena Avaliani”, página 159, y “Bibliografía”,
página 171.
Esta interesantísima obra nos cuenta, entre otras
cosas, toda la parafernalia, toda la ostentación, toda la pompa, todo el boato,
todo el populismo, toda la fastuosidad que reinaba en la destartalada URSS.
Así, en la “Introducción”, página 9 y siguientes, se lee:
“ Recuerdo que a partir del primer momento, mirando
desde el autobús que nos llevaba del aeropuerto a la residencia por las calles
de Moscú, suntuosa capital soviética donde la ideología se exhibía a cada paso
—en las gigantescas pancartas alabando al régimen y sus conquistas, en los
edificios de estilo estalinista, en los monumentos del realismo socialista que
rezuman retórica—, en mi «ingenuo atrevimiento» estaba segura de una cosa: eso
era sólo un decorado, una horripilante puesta en escena. La verdadera Rusia era
aquella subyacente, subterránea, que el padre Romano Scalfi nos había enseñado
a amar y que conocería en las veladas, en las horas libres tras el programa
oficial de los cursos; era una tierra de vivos testimonios en el pasado y que
continuaban existiendo incluso ahora, en el presente; era una tierra santa a la
que llegaba con ansiedad y de la que esperaba el milagro para mi vida. Han
pasado treinta años, Rusia se ha convertido casi en mi casa y ahora ya puedo
decir que la conozco bastante bien, y todavía esta certeza inicial no sólo no
me ha abandonado, sino que a través de tantos encuentros y amistades ha sido
por el contrario afianzada, llenándome de gratitud por el milagro del que he
sido testigo y partícipe. Éste es, en el fondo, el contenido del libro.
En el siglo XX Rusia fue
objeto de un impresionante, dramático experimento de reducción de la persona
humana a los límites impuestos por la ideología, y, por otra parte, de un
extraordinario proceso de resistencia del yo humano ante esta violencia. Una resistencia
que nace y se desarrolla a través de las más descabelladas vías, según los
períodos históricos, el temperamento y las capacidades de cada uno de sus
protagonistas, pero que en el fondo siempre puede ser reconducida hasta el
reconocimiento de las exigencias constitutivas del «yo», tal y como lo expresa
san Agustín: «Mi corazón está inquieto hasta que no reposa en Ti». Las
historias y los 7 testimonios recogidos en este libro documentan
verdaderamente, ante todo, que siempre es posible vivir como hombre, hacer una
experiencia de libertad y de verdad cualesquiera que sean las circunstancias
externas en las que le toca vivir, como resultado de un encuentro que llena la
vida y la hace digna de su nombre”.
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