“Hacer ruidos con la boca”
Decía el filósofo D. Gustavo Bueno en una de sus magistrales conferencias, que
había personas que parecía que hacían “ruidos
con la boca”, refiriéndose a la ignorancia al usar vocablos para expresar
algo.
Nosotros
pensamos que este “hacer ruidos con la
boca” ha llegado al discurso político como si perteneciese a su misma
esencia. Ya no se trata de mentir, sino de confundir al “pueblo soberano” que,
por supuesto, no lee. Ya decía Unamuno que "Los
políticos mienten cuando afirman, mienten cuando niegan, y sobre todo mienten
cuando callan”. Pero el “hacer ruidos con la boca” no lo tenía
previsto D. Miguel.
Los vocablos que se dicen con mala intención (aquí no cabe ignorancia), se
pronuncian con el objeto de desvirtuar el lenguaje lógico o informativo, para
tratar de llevar al lector, oyente o televidente, a un terreno determinado. Los
mentirosos y mendaces saben muy bien que la repetición machacona de un tópico
injurioso puede hacer creer al “pueblo soberano” que el asunto es verdad. En
este sentido, llevaba razón Lenin.
Estamos viendo, oyendo y leyendo a presentadores, comentaristas, “famosos”,
titiriteros y sobre todo a políticos, usar ese metalenguaje ideológico basado
en tópicos, frases hechas, verdades contadas a medias, insultos, mentiras,
descalificaciones, latiguillos, calambures, etc, amén de otra serie de
procedimientos de lo más marrullero.
Para que todo esto encaje, lo primero que se clava en el frontispicio
“pueblosoberanista”, es la palabra progresista. Aquí todo es progresista:
educación progresista, mente progresista, fuerzas progresistas, “políticas
progresistas” (al defenestrado comunista Llamazares le gustaban muchos estas
dos últimas palabras), etc. Si cualquier proyecto político va acompañado del
vocablo progresista, ya cuenta con la aquiescencia, anuencia, complacencia y
beneplácito del “pueblo soberano”. Ya no hace falta dar ninguna explicación.
Está todo claro.
Hay otras palabras o frases con las que también se hace mucho ruido: la
voluntad popular y la ciudadanía, entelequias metafísicas que, por su populismo
auténticamente demagógico, ahorra muchas explicaciones, razonamientos y análisis.
Es la voluntad popular, y punto.
Otras frases y palabras son la manida “opinión pública” ¿Pero qué opinión va a
tener un público que no lee? ¿No será más bien la “opinión publicada?
Después sigue “la mayoría social” ¿Qué mayoría social? Porque las mayorías
sociales prácticamente no existen, ya que dependen de la pregunta que se haga y
de la región en donde se esté.
Decía José
Antonio: “No se sabe qué es peor, si la
bazofia demagógica de las izquierdas, donde no hay manoseada estupidez que no
se proclame como hallazgo, o la patriotería derechista, que se complace, a
fuerza vulgaridad, en hacer repelente lo que ensalza" (Palabras
aparecidas en el primer número de la revista “HAZ” de 26 de marzo de 1935, en
un artículo intitulado “España incómoda”)
También decía
Abraham Lincoln que “la demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores,
con palabras mayores”.
En fin, lo único que se está consiguiendo con este comportamiento de los
políticos es echar porquería sobre el adversario sin ninguna prueba, a la par
que se está creando un clima irrespirable de descalificaciones, insultos,
querellas, injurias, etc., que hace que esta democracia que dicen algunos que
tenemos, deje mucho que sedar ¿O habrá que decir, parafraseando a Ortega y
Gasset, “delenda est democratia?”
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