miércoles, 3 de enero de 2024

Y seguimos con el bable


 

Estamos viendo constantemente, por mor de lo políticamente correcto, tanto en la prensa digital como en la impresa, personas que escriben en bable. Lo primero que habría que preguntarse es qué tipo de bable es el que usan, ya que hay seis. Y decimos tipo porque hay muchas clases de bable. Lo peor del asunto es que muchos dicen que es una lengua, o “llingua”. Para que esto suceda, dicha “llingua” tiene que tener normas gramaticales, sintácticas, morfológicas y ortográficas, cosas estas de las que carece la “llingua”.

Supongamos la palabra castellana “borracho”. En bable se diría “borrachu”. Sin embargo, en el concejo de Aller se diría “borrechu”, y en la parte más alta de dicho concejo, se diría “borritchu”. En este mismo concejo, y sólo en éste,  cuando, por ejemplo, repican las campanas o llaman a alguien por teléfono, dicen que las campanas “repicoren”, o que te “llamoren” por teléfono.

Pero hay cosas más curiosas. El sonido de la jota con la vocal “o”, se transforma en “yu”: trabajo se dice “trabayu”, atajo se dice “atayu”, etc ¿Por qué no se dice entonces “Xiyon”, o “debayu”, en vez de “Xixón” y “debaxo”?

Dice nuestro insigne Gaspar Melchor de Jovellanos en la página 153 de su  obra “Cartas del viaje de Asturias. Cartas a Ponz”, KRK Ediciones, Oviedo 2003, Talleres de Grafinsa,  170 páginas, lo siguiente:

“Digo también, para entrar cuanto antes en materia, que el dialecto asturiano es hijo legítimo de la sola lengua latina, no porque no tenga absolutamente voz que no derive de ella, sino porque la mayor parte de sus voces tienen allí su raíz y porque su índole y carácter se conforma enteramente con los de esa lengua matriz”.

Aunque sea un gran atrevimiento por nuestra parte, permítasenos disentir  de Jovellanos en esta apreciación. Pongamos un ejemplo: el verbo “ir” en bable se dice “dir”. Así se dice “diremos”, “diba”, etc.  Pero resulta que la etimología latina de dicho verbo es “ire”. Entonces, ¿de dónde sale la “d”? Pues sencillamente de las frases  “has de ir”, “acuérdate de ir”, etc , que se contraen como consecuencia la supresión de la “e”, uniendo la “d” con “ir”.

Ahora veremos otra cosa curiosa: la palabra “gaxapu” que, como es sabido, es un instrumento generalmente de cuerno que usan los segadores para guardar la piedra de afilar, viene del castellano gachapo, pero no tiene etimología latina. Además, y según los sitios, se le llama de distinta manera: “zapicu”, “gachapu”, “goxopu”, “gexepu” ¿Hay alguna norma morfológica o sintáctica que explique es cambio de la “ch” por la “x”?  Suponiendo que la hubiera, ¿por qué entonces se emplea la “x” cuando se dice “xente”  por gente? La etimología latina de esta palabra es “gens, gentis”. No hay “x” por ninguna parte.

Otro ejemplo podría ser el de la palabra nido, cuya etimología latina es “nidus”. En unos sitios se le llama “nial”, y en otros “ñeru”. El latín también aquí brilla por su ausencia.

¿Y qué decir de las palabras “buyetes”, o “guyetes”, que significa los cordones de unos zapatos o de unas botas?

¿Y del verbo enseñar, que algunos dicen “insiñar”? ¿No saben estos bablistas que en la zona del Eo se dice “amosar”? ¿Y del verbo arrugar, encoger, que en algunos sitios se dice “amurniar”, y en otros “engurriar”

Y ahora una pregunta: ¿por qué los grandes escritores asturianos, como por ejemplo el mencionado Jovellanos, o Leopoldo Alas, entre otros, no escribieron sus obras en bable? ¿Qué hubiese pasado si “Clarín” hubiese escrito La Regenta en bable? ¿Sería tan popular? Seguro que la hubiese leído muchísima menos gente. La escribió en castellano porque sencillamente era la lengua que hablaba, con la que pensaba y sentía, aunque tenía y mostraba interés por el bable, pero se daba cuenta de las dificultades de llegar a una verdadera y auténtica literatura en este dialecto. Dentro de este dialecto distinguía dos clases: a) “bable que efectivamente hablan nuestros aldeanos”, y b) y otro al que denomina “ideal, estático y academicista”. En relación con éste, decía: “Empeñarse en cristalizar el bable en formas académicas para evitar su corrupción es como fabricar el queso de Cabrales y prescindir de los gusanos”.

En cuento a la etimología, bien es cierto que en  muchas palabras del bable se ve claramente la etimología latina, como serían los casos de  “llingua”, de lingua; “facer” (hacer), de facio, facis, facere, feci, factum, o de “fíu”, hijo, de filius, filii. Incluso la palabra bable procede del latín “balbus”, que significa balbuciente. Horno se dice “forno”, porque su etimología latina es “furnus”. Humo se dice “fumo”, porque viene de “fumus”, o amigo se dice “amigu” porque viene de “amicus”. Podríamos poner muchos más ejemplos.

Pero hay otras palabras en las que el latín brilla por su ausencia, como decíamos antes.  Tal es el caso de “abeyones”, que proviene de abejorro, y éste de abeja, cuya estimología latina es apis o apicula. De aquí proviene apilcultura. Otras palabras serían “ablanos”, por avellanos; “acutar”, acotar, guardar sitio; “afayaizu”, acogedor, manejable; “raposu”, por zorro; “rebelguinos” o “rebusquinos”, por cosquillas, etc, etc

Otro caso parecido al de “dir” es el del verbo encontrar, cuya etimología es in contra, sin embargo se dice “alcontrar”, “alcuentro”, etc. Esto provien de ir al encuentro de algo, surgiendo otra vez la citada contracción. Lo mismo sucede con la palabra nuestro, cuya etimología latina es noster, nostra, y sien embargo se dice “nuesu”

¿Y qué decir del “ye”, por es, del verbo ser?

En fin, como diría el gran bablista Teodoro cuesta, el bable es “para andar por casa” y no para institucionalizarlo. Bien está protegerlo, pero en su lugar natural, nunca a nivel literario. Pretender enseñarlo en la escuela es  una tontería, ya que lo que necesitan los que habitan las aldeas y hablan en bable, es precisamente perfeccionar el castellano para poder leer, entre otras muchas cosas, a los asturianos Clarín, Jovellanos, Feijoo, Velarde Fuertes, Ochoa, etc. Si esto no se tiene en cuenta, seguirán en condiciones inferiores el día de mañana ante los que hablan el castellano. Y no digamos ya ante los los que hablan inglés.



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