Así se intitula el libro escrito por Valentín González “El Campesino”, Editorial Maracay, Venezuela, 366 páginas, incluido “Índice”.
Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y
sucesivas vamos a ver lo que nos dice El Campesino en este libro en los Capítulos
que ya hemos indicado en la primera entrega, sobre el “paraíso comunista”, que
era la base del “porvenir radiante de la Humanidad”.
En el anterior artículo comentábamos que en éste
veríamos algo sobre lo que nos dice El Campesino en el Capítulo intitulado “El
trágico destino de los refugiados españoles”, páginas 285 a 307. Se lee:
“El Kremlin se decidió a intervenir
abiertamente en la guerra civil española a los dos meses de empezada.
Perseguía con ello un juego político
internacional bien determinado y, al mismo tiempo, quería ensayar en España su
técnica política, militar y policíaca del golpe de Estado, así como sus hombres
y sus armas. En efecto, allí se ensayaron sus principales jefes militares, los
Malinosky, los Berling, los Rokossovsky, y así como su principales agentes
políticos y policíacos, los Togiatti, los Marty, los Goroe . . .
Ese ensayo general tenía que darle
excelentes resultados militares en la U.R.S.S. y, sobre todo, en la conquista y
dominación de los que hoy son países satélites.
Pero al pueblo español tenía que costarle
un altísimo precio en sangre, en sufrimientos y en otro.
Al despojo en metálico me referiré
inmediatamente.
EL DESPOJO DEL ORO DE ESPAÑA.
Una de las primeras manifestaciones de la
solidaridad soviética con el pueblo español enarmas consistió en llevarse la
mayor parte de las reservas del Banco de España en las condiciones que
explicaré seguidamente.
En octubre de 1936, el doctor Negrín,
ministro de Hacienda del Gobierno presidido por Largo Caballero, solicitó de
sus colegas la debida autorización para poner en seguridad el oro del Banco de
España. La situación de Madrid se hacía peligrosa y los ministros concedieron
fácilmente lo que se les pedía, pero ignorando los verdaderos propósitos de
Negrín.
De tales propósitos sólo eran sabedores el
embajador soviético Rosenberg, el servicio de la N.K.V.D. en España y una parte
del Buró Político del Partido Comunista Español.
Asimismo los conocía el ministro de
Estado, amigo íntimo del doctor Negrín, señor Alvarez del Vayo, el cual después
de haber exaltado por turno, desde 1919, a Lenin, a Trotsky y a Stalin, tenía
que ser uno de los hombres más seguros de Litvinov durante la guerra española.
Una tarde recibí en mi puesto de mando
militar la visita de José Díaz, Secretario General del Partido Comunista
Español.
Con gran secreto me dijo que debía
encargarme de la custodia del oro del Banco de España desde Madrid hasta
Cartagena.
La operación de sacar el oro de los
sótanos del Banco para cargarlo en los camiones dispuestos al efecto debía
efectuarse a las dos de la madrugada.
.- ¿Habría que hacer uso de las armas? –
le pregunté.
.-No -me respondió – Hemos preparado bien
la operación y toda la gente que interviene en ella es adicta.
El director del Banco de España era un
republicano sincero. Como Ministro de Hacienda, tengo entendido, Negrín le
convocó para una consulta que debía durar tres o cuatro horas; se trataba de
alejarse el mayor tiempo posible del Banco.
Todos los que guardaban el Banco aquella
noche, militares o milicianos, eran
comunistas de toda confianza, Varios de ellos, vistiendo uniformes de Guardias
de Asalto, sacaron el oro de los sótanos y lo cargaron en treinta y cinco
grandes camiones.
Era oro amonedado y en barras; estaba
encerrado, según la lista que se me dio, en siete mil ochocientas cajas.
Recuerdo que la operación de cargar los
camiones duró menos de una hora y que salimos de Madrid a las dos horas y
cuarenta y dos minutos.
A la salida fueron cambiados los chóferes
de los treinta y cinco camiones y se les puso a éstos una banderita roja
indicando que iban cargados de explosivos.
Así lo creían los nuevos choféres”.
En la próxima entrega continuaremos con este Capítulo
viendo los apartados intitulados “El oro en Cartagena” y “Los
aprovechados comunistas franceses”, páginas 288 a 292.
Continuará.
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