El nivel habitual al que nos tienen acostumbrados nuestros políticos se vio reflejado ayer en sus intervenciones en el tan esperado debate ante las próximas elecciones a la Comunidad de Madrid: nada nuevo bajo el sol, podríamos decir. Ni un asomo de novedad ni de ideas inéditas. Cada uno de los candidatos se dedicó a repetir lo que día tras día les venimos oyendo. Una vez más la mentira estuvo presente en las intervenciones de los representantes de la izquierda a la que la otra parte procuró responder quizá con escaso entusiasmo y poca contundencia.
El señor Iglesias, otrora paladín indignado, juez y pretendido verdugo de la oligarquía capitalista y fascista, dejó una gran parte de su credibilidad y liderazgo en el camino de una inoportuna mudanza a mansiones señoriales. Su intención de comerse al PSOE y erigirse en máximo representante de la izquierda española, apoyado según los expertos por una torpe iniciativa del PP de Rajoy y Santamaría, se está diluyendo poco a poco facilitada también por una lucha entre pillos en la que en la actualidad lleva el papel de perdedor. Su actuación en el debate en un tono más suave y poco agresivo que el que acostumbra, se limitó a una lectura de cifras absolutas, olvidándose por cierto de la proporcionalidad y de los porcentajes, sin determinar las fuentes ni fechas de los datos expuestos y con la consiguiente poca credibilidad que encierran los números manejados a voluntad y de forma tendenciosa y partidista.
A mí particularmente no me disgustó la intervención del representante de Ciudadanos, señor Val, que aparecía como miembro emergente o superviviente de un grupo al que todos dan por extinguido. Elevó el nivel dialéctico pues tiene ideas y las expresa con soltura, conocimiento, buen humor y también, eso sí con un entusiasmo digno de mejor causa, pero la realidad, implacable, castiga la torpeza e inoportunidad de las cabezas dirigentes, condenándolas a pagar su merecido tributo y en este caso, me temo resulten inútiles los esfuerzos de don Edmundo en el debate en el que al menos, salvó la imagen de náufrago que le adjudicaba la opinión pública.
Tampoco
podemos decir nada nuevo ni sobresaliente de doña Isabel Díaz Ayuso en cuanto a
su intervención en el debate. Lo nuevo y sobresaliente ya lo ha hecho y viene
haciéndolo a diario en la práctica y ahí reside su sólida carta de
presentación. Su figura sobresale mucho más en las ideas y los hechos que en la
palabra, aunque no por eso deja de ser aceptable y ágil dialéctica. Ayer dejó
escapar alguna oportunidad de callar bocas con datos, pero lo cierto es que
tenía el papel más difícil y delicado al ser la responsable de la convocatoria
de las elecciones y era la pieza a batir y abatir desde los demás frentes.
Repito, tal vez le faltó en algún momento un poco más de serenidad y templanza
pero repito también que era la que lo tenía más difícil y con mayores
posibilidades de perder. Con todo, mantuvo el tipo y no parece que haya sufrido
mella en sus posibilidades electorales.
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