Continuamos con los libros “Poesía
española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas, "Los
mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A.,
1999, 256 páginas, y “Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”,
Editorial EDIMAT LIBROS (Ediciones y Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317
páginas incluido “Índice”.
En la página 17 del primer libro, aparece
una poesía intitulada “Villancico”, autor Cristóbal de Castillejo
(1492-1550). Se lee:
“Aquí no hay
sino ver y desear;
aquí no veo
sino morir con deseo.
Madre, un caballero
que estaba en este corro
a cada vuelta
hacíame el ojo.
Yo, como era bonica,
teníaselo en poco.
Madre, un escudero
que estaba en esta baila
a cada vuelta
asíame de la manga.
Yo, como soy bonica,
teníaselo en nada”
En las páginas 68 y 69 del segundo libro,
aparece “Romance de la busca de Don Beltrán”. Se lee:
“Por la matanza va el viejo,
por la matanza adelante;
los brazos lleva cansados
de los muertos rodear:
vido a todos los franceses
y no vido a don Beltrán.
Siete veces echan suertes
quién les volverá a buscar;
echan las tres con malicia,
las cuatro con gran maldad:
todas siete le cupieron
al buen viejo de su padre.
Vuelve riendas al caballo,
y él selo vuelve a buscar,
de moche por el camino,
de día por el jaral.
En la entrada de un prado,
saliendo de un arenal,
vido estar en esto un moro
que velaba en un adarve:
hablóle en algarabía,
como aquel que bien lo sabe:
.- Caballero de armas blancas,
¿si lo viste aquí pasar?
Si lo tienes preso, moro,
a oro te lo pesarán,
y si tú le tienes muerto
désmelo para enterrar
porque el cuerpo sin el alma
muy pocos dineros vale.
.- Este caballero, amigo,
dime tú, ¿qué señas ha?
.- Armas blancas son las suyas,
y el caballo es alazán,
y em el carrillo derecho
él tenía una señal,
que siendo niño pequeño
se la hizo un gavilán.
.- Ese caballero, amigo,
muerto está en aquel pradal;
dentro del agua los pies
y el cuerpo en un arenal:
siete lanzas tenía
pásanle de parte a parte”
En las páginas 33 a 36 del tercer libro
aparece la rima V de Bécquer. Se lee:
“Espíritu sin
nombre,
Indefinible
esencia,
Yo vivo con
la vida
Sin formas de
la idea.
Yo nado en el
vacío,
Del sol
tiemblo en la hoguera,
Palpito entre
las sombras
Y floto con
las nieblas.
Yo soy el
fleco de oro
De la lejana
estrella,
Yo soy de la
alta luna
La luz tibia
y serena.
Yo soy la
ardiente nube
Que en el
ocaso ondea,
Yo soy del
astro errante
La luminosa
estela.
Yo soy nieve
en las cumbres,
Soy fuego en
las arenas,
Azul onda en
los mares,
Y espuma en
las riberas.
En el laúd
soy nota,
Perfume en la
violeta,
Fugaz llama
en las tumbas
Y en las
ruinas yedra.
Yo atrueno en
el torrente
Y silbo en la
centella,
Y ciego en el
relámpago
Y rujo en la
tormenta.
Yo río en los
alcores,
Susurro en la
alta yerba,
Suspiro en la
onda pura
Y lloro en la
hoja seca.
Yo ondulo con
los átomos
Del humo que
se eleva
Y al cielo
lento sube
En espiral
inmensa.
Yo, en los
dorados hilos
Que los
insectos cuelgan,
Me mezco
entre los árboles
En la
ardorosa siesta.
Yo corro tras
las ninfas
Que en la
corriente fresca
Del
cristalino arroyo
Desnudas
juguetean.
Yo, en bosque
de corales
Que alfombran
blancas perlas,
Persigo en el
océano
Las náyades
ligeras.
Yo, en las
cavernas cóncavas
Do el sol
nunca penetra,
Mezclándome a
los gnomos,
Contemplo sus
riquezas.
Yo busco de
los siglos
Las ya
borradas huellas,
Y sé de esos
imperios
De que ni el
nombre queda.
Yo sigo en
raudo vértigo
Los mundos
que voltean,
Y mi pupila
abarca
La creación
entera.
Yo sé de esas
regiones
A do un rumor
no llega,
Y donde
informes astros
De vida un
soplo esperan.
Yo soy sobre
el abismo
El puente que
atraviesa,
Yo soy la
ignota escala
Que el cielo
une a la tierra.
Yo soy el
invisible
Anillo que
sujeta
El mundo de
la forma
Al mundo de
la idea.
Yo en fin soy
ese espíritu,
Desconocida
esencia,
Perfume
misterioso
De que es
vaso el poeta”.
Continuará.
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