martes, 13 de abril de 2021

Poesía del Siglo de Oro, Los mejores romances de la lengua castellana y Rimas y Leyendas de Bécquer ( I V )


 

Continuamos con los libros “Poesía española del Siglo de Oro”, Ediciones 29, Madrid 1990, 113 páginas, "Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas”, Editorial EDIMAT KIBROS (Ediciones y Distribuciones Mateos), Madrid 1999, 317 páginas incluido “Índice”, y "Los mejores romances de la lengua castellana", Edicomunicación, S.A., 1999, 256 páginas.

En la página 16 del primer libro se lee un “Soneto” de Juan Boscán. Dice así:

                                  

“Soy como aquel que vive en el desierto,
del mundo y de sus cosas olvidado,
y a descuido veis donde le ha llegado
un gran amigo, al cual tuvo por muerto.


Teme luego de un caso tan incierto;
pero, después que bien se ha asegurado,
comienza a holgar pensando en lo pasado,
con nuevos sentimientos muy despierto.


Mas cuando ya este amigo se le parte,
al cual partirse presto le conviene,
la soledad empieza a selle nueva;


con las yerbas del monte no se aviene,
para el yermo le falta toda el arte,
y tiembla cada vez que entra en su cueva”.


En el segundo libro, en las páginas 32 y 33, se lee la siguiente poesía:



“No digáis que agotado su tesoro,

De asuntos falta, enmudeció la lira:

Podrá no haber poetas, pero siempre

Habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso

Palpiten encendidas;

Mientras el sol las desgarradas nubes

De fuego y oro vista;

Mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías,

Mientras haya en el mundo primavera,

¡Habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

Las fuentes de la vida,

Y en el mar o en el cielo haya un abismo

Que al cálculo resista;

Mientras la humanidad siempre avanzando,

No sepa a dó camina,

Mientras haya un misterio para el hombre,

¡Habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma

Sin que los labios rían;

Mientras se llora sin que el llanto acuda

A nublar la pupila;

Mientras el corazón y la cabeza

Batallando prosigan;

Mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡Habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen

Los ojos que los miran;

Mientras responda el labio suspirando

Al labio que suspira;

Mientras sentirse puedan en un beso

Dos almas confundidas;

Mientras exista una mujer hermosa,

¡Habrá poesía”

En el tercer libro, páginas 67 y 68 figura el “Romance de doña Alda”. Dice así:

 

 

 





“En París está doña Alda

la esposa de don Roldán.

trescientas damas con ella

para la acompañar:

todas visten un vestido,

todas calzan un calzar,

todas comen a una mesa,

todas comían de un pan,

si no era sola doña Alda

que era la mayoral.

Las ciento hilaban oro,

las ciento tejen cendal,

las ciento tañen instumentos

para doña Alda holgar.

Al son de los instrumentos

doña Alda adormido se ha:

ensoñado había un sueño,

un sueño de gran pesar.

Recordó despavorida

y con un pavor muy grande,

los gritos daba tan grandes,

que se oían en la ciudad.

Allí hablaron sus doncellas,

bien oiréis lo que dirán:

-¿Qué es aquesto, mi señora;

¿quién es el que os hizo mal?

-Un sueño soñé, doncellas,

que me ha dado gran pesar;

que me veía en un monte

en un desierto lugar;

bajo los montes muy altos

un azor vide volar,

tras dél viene una aguililla

que lo afincaba muy mal.

El azor, con grande cuita

metióse so mi brial;

el aguililla, con grande ira

de allí lo iba a sacar;

con las uñas lo despluma,

con el pico lo deshace.


Allí habló su camarera,

bien oiréis lo que dirá:

-Aquese sueño, señora,

bien os lo entiendo soltar:

el azor es vuestro esposo,

que viene de allén la mar;

el águila sedes vos,

con la cual ha de casar,

y aquel monte es la iglesia

donde os han de velar.

-Si así es, mi camarera,

bien te lo entiendo pagar.

Otro día, de mañana,

cartas de fuera le traen;

tintas venían de dentro,

de fuera escritas con sangre,

que su Roldán era muerto

en la caza de Roncesvalles”.

Continuará.



Continuará


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