martes, 20 de abril de 2021

Poesías de mi Patria ( I V )


 Continuamos con las poesías del libro “La Patria española”, del que ya hemos comentado algo en nuestro primer artículo. En las páginas 35 y 36, hay otra poesía dedicada a Castilla. El autor es Emilio Ferrari. Dice así:


« LAS TIERRAS LLANAS DE CASTILLA »

« Es un mar este paisaje por los surcos ondulado,

Que sin términos ni orillas se dilata en derredor;

Es un mar en inmutable rigidez paralizado,

En el cual no se percibe movimiento ni rumor.

Quizá aquí más imponente porque en calma inexpresiva

Ni sonrie ni amenaza, siempre inmóvil, siempre igual,

Es también el libre espacio la insondable perspectiva

Que fascina y anonada, tentadora y virginal.

Aqui, igual que ante la inmensa plenitud del Océano,

El espíritu del nombre retrocede sin querer,

Y su vista no se atreve, confundido por lo arcano

De la esfinge aterradora, la mirada a sostener.

Tierras, tierras y mas tierras, sin relieves ni accidentes ;

Un tapiz desarrollado sin cesar a nuestros pies,

Una tela ajedrezada de cien tonos diferentes,

Desde el verde de las cepas hasta el áureo de la mies.

Sólo, a veces, de unos olmos medio oculto entre el ramaje

 Se ve el agua de un arroyo mansamente resbalar;

Y ¡qué intensa poesía cobra en medio del paisaje,

Que su vida allí parece toda entera concentrar!

Otra vez es un sendero, que aseméjase al rasguño

Con que un dedo de gigante desgarrara aquel tapiz,

 El que cruza la rugosa superficie del terruño,

 Dividiéndola, a lo largo, como roja cicatriz.

Unos de otros muy distantes, y apiñados siempre en torno

Del escueto campanario que remata humilde cruz,

Pasan pardos pueblecillos, cuyo mísero contorno

Se recorta en línea obscura sobre un fondo todo luz:

 

Y detrás de aquellos muros la existencia se adivina

Del labriego castellano, grave, sobria y regular;

Del trabajo al aire libre la epopeya campesina,

La velada silenciosa junto al fuego del hogar.

¡Oh Castilla, tierra madre! ¿Quién no siente la hermosura

De esas vírgenes montañas que no ha hollado humano pie

Que hasta el cielo se escalonan en disforme arquitectura,

Y en redor de cuyas cumbres sólo el águila se ve?

¿Quién no admira, estremecido por un vértigo sublime

Desde el borde pedregoso de un picacho desigual

De qué modo hacia el abismo, con fragor que el pecho oprime

Precipítase el torrente por el agrio peñascal?

 

Sí, grandioso es el ceñudo panorama de los montes;

Mas a todo yo prefiero tu solemne placidez,

Tus serenas perspectivas, tus abiertos horizontes,

Donde abarcan las miradas en el espacio de una vez.

 

En las cimas Dios revela tras la roca o tras la nube;

Aquí le hablo sin que nada e interponga entre los dos;

En las ásperas montañas hasta Dios el hombre sube;

Solamente en las llanuras hasta el hombre baja Dios.”



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