El derribo del muro de Berlín (“Muro de la Vergüenza”)
que tuvo lugar en noviembre de 1989, fue el símbolo del derrumbe del comunismo,
que fue el mayor desastre social, político y económico del pasado siglo X X,
amén de otras cosas.
Quizá el primer motivo de tal derrumbe, aunque haya
habido otros muchos, fue la visita del Papa Karol Józef Wojtyla, Juan Pablo I
I, Papa número 264 de la Iglesia Católica desde el 16 de octubre de 1978 hasta
su fallecimiento en 2005, que hizo en junio de 1979 a su Polonia natal, siendo
la primera vez que un Papa visitaba un país bajo la dictadura comunista. Los
polacos, en su mayoría católicos, no cesaba de protestar ante el régimen; sus
deseos de libertad eran imparables.
Esto quedo puesto de manifiesto cuando el sindicato
clandestino “Solidaridad” organizó varias huelgas en los astilleros de Gdnaks.
La sorpresa en el mundo de este suceso fue mayúscula ¿Cómo era posible que un
partido comunista se intentara derribar por la clase obrera que el partido
decía defender?
Las primeras huelgas tuvieron lugar en Poznan en 1956,
en donde se veía a los trabajadores con pancartas en las que se leía “Exigimos pan”. Como no podía ser de otra manera, las
huelgas terminaron muchos muertos y heridos, debido a la represión del gobierno
a las órdenes de Moscú.
Las huelgas siguieron en 1968 y 1978, por el mismo
motivo: hambre. En este año de 1978 es cuando es elegido Papa el polaco Karol
J. Wojtyla. Aquello fue como un electroshock para el mundo comunista: el cambio
estaba servido. El asunto llegó a tal extremo que el secretario general del
partico comunista soviético, a la sazón Leonidas Breznev, no le gustaba que el
Papa visitase Polonia, diciéndole al secretario polaco que convenciese a Juan
Pablo I I para que no fuese a Polonia, ya que no era conveniente.
Como recordarán (los que ya peinamos canas nos
acordamos de todo esto perfectamente), millones de polacos salieron a la calle
para aclamar y acoger al Papa. Aquello fue una clarísima señal de que el
sistema no contaba con el apoyo popular.
Ante esta situación, Juan Pablo I I tenía miedo de que
la Unión Soviética invadiera su patria, como hizo con Checoslovaquia en 1968.
Los sindicalistas de “Solidaridad”, de mayoría católica, así como varios
intelectuales descontentos con el sistema, comenzaron a organizarse como si
fueran partidos políticos, lo que puso catatónica a la “nomenklatura” moscovita
que nombró como jefe de gobierno al militar Jaruzelski, que impuso la ley
marcial, llegándose al encarcelamiento del líder sindical Lech Walesa y al terrible
asesinato del Padre Popielusko cuando contaba 37 años de edad.
En fin, este fue el principio del fin del comunismo.
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