sábado, 3 de abril de 2021

El derrumbe del comunismo


 

El derribo del muro de Berlín (“Muro de la Vergüenza”) que tuvo lugar en noviembre de 1989, fue el símbolo del derrumbe del comunismo, que fue el mayor desastre social, político y económico del pasado siglo X X, amén de otras cosas.

Quizá el primer motivo de tal derrumbe, aunque haya habido otros muchos, fue la visita del Papa Karol Józef Wojtyla, Juan Pablo I I, Papa número 264 de la Iglesia Católica desde el 16 de octubre de 1978 hasta su fallecimiento en 2005, que hizo en junio de 1979 a su Polonia natal, siendo la primera vez que un Papa visitaba un país bajo la dictadura comunista. Los polacos, en su mayoría católicos, no cesaba de protestar ante el régimen; sus deseos de libertad eran imparables.

Esto quedo puesto de manifiesto cuando el sindicato clandestino “Solidaridad” organizó varias huelgas en los astilleros de Gdnaks. La sorpresa en el mundo de este suceso fue mayúscula ¿Cómo era posible que un partido comunista se intentara derribar por la clase obrera que el partido decía defender?

Las primeras huelgas tuvieron lugar en Poznan en 1956, en donde se veía a los trabajadores con pancartas en las que se leía “Exigimos pan”. Como no podía ser de otra manera, las huelgas terminaron muchos muertos y heridos, debido a la represión del gobierno a las órdenes de Moscú.

Las huelgas siguieron en 1968 y 1978, por el mismo motivo: hambre. En este año de 1978 es cuando es elegido Papa el polaco Karol J. Wojtyla. Aquello fue como un electroshock para el mundo comunista: el cambio estaba servido. El asunto llegó a tal extremo que el secretario general del partico comunista soviético, a la sazón Leonidas Breznev, no le gustaba que el Papa visitase Polonia, diciéndole al secretario polaco que convenciese a Juan Pablo I I para que no fuese a Polonia, ya que no era conveniente.

Como recordarán (los que ya peinamos canas nos acordamos de todo esto perfectamente), millones de polacos salieron a la calle para aclamar y acoger al Papa. Aquello fue una clarísima señal de que el sistema no contaba con el apoyo popular.

Ante esta situación, Juan Pablo I I tenía miedo de que la Unión Soviética invadiera su patria, como hizo con Checoslovaquia en 1968. Los sindicalistas de “Solidaridad”, de mayoría católica, así como varios intelectuales descontentos con el sistema, comenzaron a organizarse como si fueran partidos políticos, lo que puso catatónica a la “nomenklatura” moscovita que nombró como jefe de gobierno al militar Jaruzelski, que impuso la ley marcial, llegándose al encarcelamiento del líder sindical Lech Walesa y al terrible asesinato del Padre Popielusko cuando contaba 37 años de edad.

En fin, este fue el principio del fin del comunismo.



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