Escuchar
a Pablo Iglesias acusar a diestro y siniestro a casi el mundo entero de no
hacer más que fomentar e impulsar el odio, adjudicando a los que no piensan
como él los títulos de corruptos, criminales, ladrones, etc., etc., resulta
algo tan chocante, grotesco y desproporcionado que, pensándolo con frialdad,
mueve a risa, evitando así el disgustarse más de lo necesario en unos tiempos
tan poco afortunados para todos y más propensos a la lamentación y el llanto
que a la susodicha risa.
Es
triste contemplar a un hombre joven, en la plenitud de la vida, de profesión
político, desde una cómoda situación socioeconómica convertir una supuesta
vocación de servicio a sus conciudadanos en una máquina de fabricar aquello que
más critica en los demás: odio, odio y confrontación donde quizá no existirían
ni lo uno ni lo otro si no fuese fomentado por personajes de su estilo que tras
adjudicarse de un modo gratuito todas las bondades existentes, se erigen en
jueces y verdugos, encarnando la figura de Júpiteres tonantes y asegurando por
ejemplo y recientemente, que “los ultras de un partido han ido a provocar
violencia a Vallecas” o a “lanzar objetos contra los vecinos y a su líder,
romper el cordón policial junto a sus matones para provocar una carga”,
insistiendo en que dicho líder “seguirá haciendo
apología del terrorismo, reivindicando el franquismo y promocionando la
violencia.” Mentira tras mentira y absoluta y tendenciosa falta de rigor. Todo
vale para alcanzar los fines pretendidos.
Al
tiempo que voy escribiendo, echo una mirada a la prensa del día y veo que hay
más de un artículo sobre el mismo tema. La palabra odio salta a los titulares.
Estos nuevos falsos profetas lo fomentan: odio entre los españoles, odio a su
historia, odio a sus gestas, odio a todo lo que nos hizo grandes entre los
grandes. Aplauso a la violencia, ensalzándola hasta confesar sentir gran
contento y emoción al contemplar cómo son agredidos cobardemente los servidores
del orden... He ahí sus pretensiones, su aspiración: ver una España troceada,
rota, camino del caos, del deshecho, situación en la que ellos se erigirán soberanos y podrán
manejar a su antojo. Y todo, según su inmaculada ideología, en aras de la
democracia, la justicia social y los derechos humanos. Nunca les oiremos hablar
de paz, comprensión, serena convivencia, fraternidad....No, para ellos solo se
trata de eliminar al opositor, al que pueda pensar distinto. En su tremendo
egoísmo, en su exacerbada egolatría no conciben un mundo de ideas diversas ya
que solo las suyas harán que se logre ese mundo mejor al que solo se llega por
la revolución y la violencia cueste lo que cueste. El mundo mejor de estos
nuevos Mesías es aquel en que sus enemigos sufran y se pudran y en pro de estas
aspiraciones gobiernan y legislan cuando están en el poder, no para lograr el
bienestar de los suyos sino sola y simplemente para molestar, para fastidiar al
opositor que solo merece su rechazo y desprecio.
A
propósito de esto, leemos en la prensa la lamentable, vergonzosa y deplorable
“ocurrencia” de la alcaldesa ¡qué nivel! de Getafe. Recomienda a las jóvenes
esta “prócer”, representante del poder municipal, que “apaguen la tele y
enciendan sus clítoris” lo que nos da, para empezar, una clara idea de la parte
de su anatomía en que tiene situado su intelecto esta señora y después, su
intención de molestar cuando es capaz de parir una pijada de tal calibre, digna
de la pijería más sobresaliente, sin duda repudiada y criticada por ella misma
si la observase en el prójimo.
En
estas manos nos encontramos desgraciadamente, gracias a las componendas,
pactos, trampas y mentiras que propicia esta maltratada democracia que está
consiguiendo facilitar al odio un fatal protagonismo.
P.D.
Por asociación de ideas se me ocurre una pregunta: ¿Podrá decirme alguien qué
fue de aquel Hasel, cantautor y héroe fugaz de multitudes enfervorizadas?
Francisco
Alonso-Graña del Valle
No hay comentarios:
Publicar un comentario