lunes, 30 de noviembre de 2020

A los pedantes marxistas


 

Como ya saben, escribimos en este blog muchos artículos sobre marxismo-leninismo. En varios de dichos artículos, algunos lectores han escritos comentarios llenos de insultos, comentarios que, obviamente, no insertamos en el blog.

De dichos comentarios, firmados con pseudónimos, destacaríamos uno escrito con una pedantería marxista infumable, calificando nuestros artículos de “ideológicos”. Vamos a contestar a este pedante no con insultos, obviamente, sino razonadamente.

 Para empezar, queremos comentar algo sobre lo de “ideológicos”. Verán usted, señor pedante. Debido a la gran devoción que tenemos por la lógica, el sentido común, la evidencia y la información contrastada, al contrario que muchos inquisidores vanidosos que se ensalzan a sí mismos como serios, científicos, racionales y que ven las cosas con pensamiento dual y maniqueo, no tenemos la mente privatizada, estabulada, hipnotizada y apolillada por ninguna ideología.

Por otra parte, procuramos evitar las recetas de los “pensadores-químicos” que todo lo resuelven con análisis, frases y construcciones muy bonitas y polisémicas. También procuramos evitar los simplismos y los maniqueísmos en los que suelen caer los formadores de la opinión pública (maestros, catedráticos, periodistas asalariados de lo políticamente correcto, “intelectuales”, políticos, “mass-media”, etc). Intentamos buscar la verdad de los hechos y de las cosas, sin hacer mucho caso a los tenores del pensamiento políticamente correcto, que suelen tener obstruida la visión de la realidad. 

Las ideologías suelen crear fanáticos, que son seres manipulados y carentes de pensamiento y razonamiento. Solo se mueven y actúan por férrea disciplina y por consignas. Además, las ideologías son como la droga: trastocan la realidad y crean un mundo cerrado, ficticio y cuasi perfecto. En este mundo todo tiene sentido y a todo se encuentra explicación, aunque se empleen razonamientos falsos llenos de sofismas, como el “ad verecundiam” y el “ad populum”, sin tener en cuenta lo inesperado, lo arbitrario y lo incompresible, muchas veces, de la conducta humana. Por otra parte, las ideologías pueden producir una alucinación colectiva de difícil disipación.

 Para terminar, permítasenos decir que no nos gustan las polémicas con este tipo de personas pedantes marxistas, por dos razones. La primera es que tienen ustedes una gran ventaja sobre el que estas líneas escribe. Nos explicamos: como de momento estamos en un país democrático y libre, no seremos represaliados por expresar nuestras opiniones y discrepancias. Sin embargo, si estuviésemos en un país marxista de sus amores, o si se hubiese producido la “rivolta culturale” que preconizaba Antonio Gramsci, ustedes podrían expresar lo que les viniese en gana y nosotros no. Estas líneas que estamos escribiendo, y otras que hemos escrito, no saldrían a la luz en el mejor de los casos ya que, en los regímenes totalitarios marxistas, como ustedes sabe muy bien, no hay discusión libre ni confrontación a través de una pluralidad de medios de información y opinión.

Y la segunda razón es que nunca hemos tenido gran simpatía por la polémica. El que se dedica a polemizar, por lo general no tiene gran cosa que decir, y prefiere discutir a pensar, buscando una visión interesada de las cosas. Además, las polémicas rara vez contribuyen a aclarar los asuntos y, mucho menos, a llegar a un acuerdo. Los que polemizan se suelen encasillar, encasquillar y echar el telón ideológico. También suelen aferrarse a consignas en vez de a ideas, anclándose en sus dogmas y obsesiones, lo que les hace mantener la mente cerrada a otro punto de vista.




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