En el artículo
anterior decíamos que aún hoy se sigue la inservible y obsoleta teoría marxista,
y cómo el Estado debería de ocuparse de asuntos tales como la justicia, la
seguridad, etc, y no inmiscuirse en asuntos privados y dejar también de
intervenir en el mercado.
La teoría marxista,
es eso: sólo teoría. Además, está basada, a su vez, en el dogma Montaigne, que decía que la pobreza de los pobres era
consecuencia de la riqueza de los ricos. A pesar de que, como dijimos en el
anterior artículo, esto es un error, los marxistas lo creen a pies juntillas.
La ganancia existe porque hay explotación.
Esta simplísima
afirmación proviene de cómo el judío Carlos Marx concebía el mundo. Es decir,
para él el problema económico era cómo distribuir o repartir lo producido y
correspondía al Estado “intervenir” para realizar esta misión.
Estos
intervencionistas, más justos e inteligentes que nadie, nos dicen lo bueno, lo
adecuado, lo equitativo de su sistema, oiga. Sus criterios son los que valen y
son impuestos por la fuerza, y de forma arbitraria, sobre “el pueblo soberano”
sin exponer ningún argumento, nada más que el que le da su status en el poder.
Estos encaramados
en el poder se permiten con una prepotencia y una pedantería infumables, dar
recetas para lo que conviene al “pueblo soberano”, cuando todos sabemos lo
difícil que es a veces saber lo que nos conviene a nivel personal.
Y llegamos al quid
del asunto: el Estado tiene que ocuparse de lo que no se ocupa. Hablamos de la España
del “zapaterato”, y de la que nos quieren imponer Sánchez y “Pablilenin”. Donde
tiene que verdaderamente intervenir es, por ejemplo, en la defensa, en la
justicia, en la seguridad, etc. y dejar de entrometerse e inmiscuirse en
asuntos particulares tales como la educación, el mercado, empresas privadas,
etec, etc.
Hay una cosa que
está clara: estos intervencionistas son tan fanáticos que no saben qué es el
mercado. Si se confunde a Francia con España, por ejemplo, y llamamos franceses
a los españoles y españoles a los franceses, evidentemente esto no tiene
importancia porque Francia seguirá siendo Francia y España seguirá siendo
España. Una cosa parecida es lo que hacen estos “intelectualillos” de medio
pelo, pedantes insoportables: confundir liberalismo con socialismo, llamando
liberalismo al socialismo y socialismo al liberalismo.
La
socialdemocracia, nombre rimbombante donde los haya, ¿acaso no es
intervencionismo? La misma palabra casi lo dice: lo primero la cosa social y
después la democracia, si es que la aplican.
Para salir adelante
en sus programas electorales, y para embaucar al “pueblo soberano” con la
preocupación que tienen por lo social, empiezan a hacer números, ecuaciones,
ratios, etc, sin darse cuenta que el mercado es gente, gente que trabaja o que
está en el paro, que luchan para vivir y sacar a sus familias adelante.
Hay una cosa
curiosa que sucede con estos intervencionistas y es que, cuando les interesa,
usan los útiles y herramientas del mercado para amasar grandes fortunas y
enriquecerse. Después, cuando las cosas van mal, no dudan en despotricar contra
él y, si pueden, destruirlo. Claro, es muy fácil criticar el mercado, mientras
se vive de él, o se pagan verdaderas fortunas por caprichos residenciales, o
lujosos autos.
En el próximo y
último capítulo, veremos como el axioma de esforzarse para lograr la “igualdad”
y eliminar las “irritantes desigualdades” para lograr la “equitativa
distribución de los ingresos”, no se logra con políticas intervencionistas.
Continuará.
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