viernes, 20 de noviembre de 2020

“La pasión de José Antonio” ( I )


 

Así se intitula el libro de José María Zavala, Editorial Plaza&Janés, 2011, Random House Mondadori, S.A., 463 páginas incluido Índice Onomástico.

Como ya sabrán, tal día como hoy 20 de noviembre, pero de 1936, fue asesinado José Antonio Primo de Rivera. El 14 de marzo de ese mismo año, fue detenido en Madrid por el motivo de posesión ilegal de armas. Al día siguiente fue llevado a la prisión en la que estuvo Largo Caballero en la cárcel “Modelo” madrileña. El 5 de junio fue llevado a la prisión de Alicante, en la que permaneció hasta su asesinato.

 Como ya sabrán también, José Antonio Primo de Rivera fue un personaje manipulado por los de la internacional de la mentira, del odio y del terror, distorsionando y tergiversando su doctrina política, social y económica. Pocos son hoy día los que saben verdaderamente quién fue José Antonio y lo que perseguía. En este libro documentadísimo, se habla de todo estoy de mucho más.

 El libro está dividido en tres partes que abarcan desde sus amores con Cristina de Arteaga, con Pilar Azlor y con Elizabeth Bibesco, pasando por su detención y asesinato, hasta sus últimas declaraciones, cartas y testamento.

 En este estulto país de estos tiempos, casi nadie sabe que personajes tan destacados como Ortega y Gasset, Joaquín Chapaprieta, incluso el mismísimo Azaña, levantaron sus voces pidiendo el indulto de José Antonio. Indalecia Prieto, gran amigo suyo, que a la sazón era ministro de la Guerra, consiguió librarle de la ejecución en agosto de 1936, pero no pudo hacer nada en noviembre de ese mismo año tras “juicio” vergonzoso al que fue sometido.

 El autor nos presenta testigos únicos que hasta la fecha estaban ocultados en el Archivo Histórico Nacional. Destaca el terror, el horror y el crimen que imperaban en aquellos terribles años.

 Un dato curioso que se comenta en este libro es que José Antonio no tenía simpatía por Franco, a la vez que éste no tenía mucha confianza en el gran carisma del muchacho.

 A José Antonio no se le perdonaba, ni se le perdona, que fuese partidario de la sublevación. Sin embargo, Largo Caballero, y otros muchos, que también eran partidarios de ella con su “revolución socialista” como se vio aquí en Asturias en 1934, se les ensalza y se les pone por las nubes.

 Los casos del citado Largo Caballero y de José Antonio, tienen cierta similitud, pero una gran diferencia: ambos fueron juzgados por liderare una revolución, pero la diferencia estriba en que, mientras Largo Caballero fue absuelto al ser juzgado de forma legal, José Antonio fue “juzgado” por una camarilla de farsantes que entraron en la sala con el veredicto ya dictado y decidido. Se montó mucha pantomima y mucha parafernalia sobre el asunto, pero lo cierto es que José Antonio no tuvo un juicio propiamente dicho, porque el Estado y sus instituciones estaban sometidas y rebasadas por el terror de los milicianos, que asesinaban a quien les diese la gana por el mero hecho de considerar a alguien “sospechoso”. Sobre este asunto de los milicianos, dentro del apartado intitulado “El verdugo”, página 217, se lee:

 “El constante pulular por la vía pública de milicianos armados hasta los dientes, el persistente ajetreo de autos y camiones con gentes que muestran ufanas los cañones de los fusiles y escopetas y que hasta empuñaban las pistolas dan un aspecto evidentemente contrario a la realidad . . .”

 En la próxima entrega veremos lo que nos dice un testigo presencial de la ejecución: Joaquín Martínez Arboleya.

Recomendamos leer este magnífico libro.

 Continuará.



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