Así se intitula el libro de José María Zavala, Editorial Plaza&Janés,
2011, Random House Mondadori, S.A., 463 páginas incluido Índice Onomástico.
Como ya sabrán, tal día como hoy 20 de noviembre, pero de 1936, fue
asesinado José Antonio Primo de Rivera. El 14 de marzo de ese mismo año, fue
detenido en Madrid por el motivo de posesión ilegal de armas. Al día siguiente
fue llevado a la prisión en la que estuvo Largo Caballero en la cárcel “Modelo”
madrileña. El 5 de junio fue llevado a la prisión de Alicante, en la que
permaneció hasta su asesinato.
Como ya sabrán también, José Antonio Primo de Rivera fue un personaje manipulado
por los de la internacional de la mentira, del odio y del terror,
distorsionando y tergiversando su doctrina política, social y económica. Pocos
son hoy día los que saben verdaderamente quién fue José Antonio y lo que
perseguía. En este libro documentadísimo, se habla de todo estoy de mucho más.
El libro está dividido en tres partes que abarcan desde sus amores con
Cristina de Arteaga, con Pilar Azlor y con Elizabeth Bibesco, pasando por su
detención y asesinato, hasta sus últimas declaraciones, cartas y testamento.
En este estulto país de estos tiempos, casi nadie sabe que personajes tan
destacados como Ortega y Gasset, Joaquín Chapaprieta, incluso el mismísimo
Azaña, levantaron sus voces pidiendo el indulto de José Antonio. Indalecia
Prieto, gran amigo suyo, que a la sazón era ministro de la Guerra, consiguió
librarle de la ejecución en agosto de 1936, pero no pudo hacer nada en
noviembre de ese mismo año tras “juicio” vergonzoso al que fue sometido.
El autor nos presenta testigos únicos que hasta la fecha estaban ocultados
en el Archivo Histórico Nacional. Destaca el terror, el horror y el crimen que
imperaban en aquellos terribles años.
Un dato curioso que se comenta en este libro es que José Antonio no tenía
simpatía por Franco, a la vez que éste no tenía mucha confianza en el gran
carisma del muchacho.
A José Antonio no se le perdonaba, ni se le perdona, que fuese partidario
de la sublevación. Sin embargo, Largo Caballero, y otros muchos, que también
eran partidarios de ella con su “revolución socialista” como se vio aquí en
Asturias en 1934, se les ensalza y se les pone por las nubes.
Los casos del citado Largo Caballero y de José Antonio, tienen cierta similitud,
pero una gran diferencia: ambos fueron juzgados por liderare una revolución,
pero la diferencia estriba en que, mientras Largo Caballero fue absuelto al ser
juzgado de forma legal, José Antonio fue “juzgado” por una camarilla de
farsantes que entraron en la sala con el veredicto ya dictado y decidido. Se
montó mucha pantomima y mucha parafernalia sobre el asunto, pero lo cierto es
que José Antonio no tuvo un juicio propiamente dicho, porque el Estado y sus
instituciones estaban sometidas y rebasadas por el terror de los milicianos,
que asesinaban a quien les diese la gana por el mero hecho de considerar a
alguien “sospechoso”. Sobre este asunto de los milicianos, dentro del apartado
intitulado “El verdugo”, página 217,
se lee:
“El constante pulular
por la vía pública de milicianos armados hasta los dientes, el persistente
ajetreo de autos y camiones con gentes que muestran ufanas los cañones de los
fusiles y escopetas y que hasta empuñaban las pistolas dan un aspecto
evidentemente contrario a la realidad . . .”
En la próxima entrega veremos lo que nos dice un testigo presencial de la
ejecución: Joaquín Martínez Arboleya.
Recomendamos leer este magnífico libro.
Continuará.
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