Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos algo sobre Europa ante la Revolución Francesa.
Como ya sabrán, una de las bases de la Revolución Francesa era la de creer de que la libertad de los países serviría para que cesasen las guerras favoreciendo, obviamente, la “entente cordiale” entre ellos. Como prueba de esto, en 1790 la Asamblea Constituyente renunció a la guerra como instrumento político.
Pero, ¡ah!, del dicho al hecho hay un trecho. Los primeros enfrentamientos y conflictos aparecieron cuando precisamente Francia exigió que se le devolviesen Aviñón y Alsacia que, como recordarán, estaban en poder tanto del emperador de Austria, como del papado.
Tres años después, en la Asamblea Legislativa, el partido “girondino”, grupo de tendencia moderada y federalista fue, sin embargo, belicista.
Los franceses creyeron, opinaron y argumentaron que la expansión y extensión de las normas, principios y leyes revolucionarias, aunque se realizasen de forma bélica, llevaría de forma “espontánea” a la creación y formación de los Estados Unidos de Europa.
Una guerra, por poner un ejemplo, enfrentó a Francia y a Austria, contando ésta con el apoyo y auxilio de Prusia y Suecia. En esta guerra se reclutó y se formó un verdadero ejército revolucionario, que llevó al triunfo en la batalla de Valmy en setiembre de 1792, deteniendo al ejército prusiano.
Posteriormente, en 1797, Bélgica fue conquistada por Francia, hecho este que valió para lanzar la teoría de las “fronteras naturales” francesas: los Alpes, el Rhin, el Atlántico . . .
Camille Desmoulins, miembro de la Asamblea Legislativa, compuesta por extremistas, en enero de 1793 votó a favor de la ejecución de Luis XVI. A tal efecto decía: “Yo voto por la muerte, un poco tarde, para el honor de la Convención”. Pues bien, este sujeto afirmaba grandilocuentemente que la expansión revolucionaria permitiría hacer de Francia un solo pueblo, pueblo en el que se incluirían los territorios conquistados, en los que la gente de dichos territorios, aceptaría voluntariamente tal conquista, llevándoles la fraternidad, “la libertad, las luces y la razón”, a la vez que se les libraba de la opresión.
En fin, aquella Revolución, aunque se oculte y no se diga, fue un instrumento del nacionalismo francés que sumió a Europa en una gran vorágine.
En la próxima entrega comentaremos algo sobre el federalismo y los Estados Unidos de Europa.
Continuará.
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