jueves, 4 de enero de 2024

Absolutismo, dictadura y tiranía


 

La admiración que tiene el comunismo por estos tres conceptos, aunque muchas veces lo niegue, ha traído para la Humanidad gravísimas consecuencias.

La doctrina marxista, y sus seguidores, rechazan un Absoluto que esté por encima de la Historia, reemplazándolo por la misma Historia.

 En esta aventura, desastrosamente fenecida, se ha buscado la “liberación de la Humanidad”, rechazando de forma total todo lo que pudiera ser superior a ella. Las consecuencias ya las hemos visto: absolutismo, dictadura y tiranía de este régimen nefando, que ha llevado a los pueblos que han caído bajo este yugo a una total servidumbre.

 Como no se puede recurrir a nada fuera de la Historia, siendo ésta la que juzga a la Humanidad, todo depende de que alguien conozca y sepa el “sentido de la Historia”. Si ese alguien está en posesión de ese conocimiento, podrá juzgar las obras y actuaciones de los demás. Esto es precisamente lo que sucede con el comunismo.

 Carlos Marx, de forma pedante, presuntuosa y errónea, creyó haber descubierto el sentido de la Historia. Según él, ésta se dirige y encamina hacia la sociedad comunista por medio de las revoluciones encabezadas por los partidos comunistas. ¡Quién le iba a decir a Marx que cien años después de su muerte se demostraría que su doctrina era inservible, como quedó patente con el desplome de la URSS!

 Pero el fanatismo en esta doctrina aún sigue. No hay nada más que echar un vistazo a ciertos intelectualillos marxistas, pedantes infumables ellos, que siguen teniendo una fe ciega en el marxismo-leninismo, al que consideran un absoluto y que sólo cabe guiarse por él.

 Lo curioso de esta doctrina, es que habla constantemente de democracia. La verdad es que produce hilaridad. Siempre hablan de “mayoría”, pero, claro, esa mayoría es la que cree en el marxismo-leninismo. Los “otros” no cuentan. Que se lo pregunten a Lenin cuando disolvió la Asamblea Constituyente.

 De esta disolución, nace y arranca el proceso de la “democracia” soviética que implantaría el criminal Stalin con sus errores monumentales, que ya fueron profetizados por la mismísima Rosa Luxemburgo, que se encontraba en la cárcel por el delito de ser “comunista revolucionaria”.

 El citado criminal, por el que Carrillo y Alberti sentían un “gran amor”, asesinó, entre otros muchísimos, a Trotsky y Bujarín, “compañeros desviacionistas”, porque había que consolidar la democracia, oiga.

 Estos fanáticos no admiten que en vez de los principios marxistas-leninistas, lo primeo que hay que considerar es la persona en el centro de la vida social, con sus derechos fundamentales que nadie puede arrebatar y violar por mor de un pretendido bien común. Tales derechos  deben ser reconocidos y garantizados jurídicamente, y no ser saltados a la torera por intenciones políticas unilateralmente interpretadas.



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