Habíamos visto en los
artículos anteriores la conflictividad que había entre soviéticos y chinos por
la aplicación del marxismo-leninismo. Dicha conflictividad llegó a su culmen en
1.960, cuando en el mes de abril los chinos publicaron unos artículos (creemos
que fueron tres) que, bajo el título de “Viva
el leninismo”, atacaban subrepticiamente a los soviéticos por no cumplir
las normas de la
Declaración de 1.957.
Se suceden congresos y más
congresos de los partidos comunistas, congresos que son aprovechados por
Kruschev para enfrentar a los comunistas de todo el mundo con los chinos.
Previamente los chinos se
habían anticipado en la
Reunión de la Federación
Sindical Mundial (parafernalia lingüística, como siempre). A
tal anticipación, la respuesta de Kruschev no se hizo esperar: tajantemente y
de forma rápida e inesperada, retiró todos los “expertos” soviéticos que había
puesto a disposición de China.
La situación tenía cierta
gravedad. Para tratar de disminuirla, y con la intención de llegar a la unidad,
se convocó la Conferencia
de todos los Partidos Comunistas del mundo mundial. Tal conferencia se celebró
en Moscú durante los meses de noviembre y diciembre de 1.960. Bla, bla, bla por
aquí y bla, bla, bla por allá, el caso es que el conflicto siguió sin
resolverse, lo que trajo como consecuencia que dicho conflicto se extendiese a
los comunistas de todo el mundo que, por lo visto, seguían sin estar “uníos”.
En la citada conferencia, llamada “Conferencia de los 81”, se quisieron buscar una
serie de compromisos por las dos partes rivales: los chinos recogieron velas
ante los problemas que podían surgir con la guerra y aceptaron la tesis
soviética de la “coexistencia pacífica”.
Esto, como siempre, era un
engaño y un efecto propagandístico ante el mundo occidental: lo cierto era que la URSS estaba apoyando a todos
los movimientos “para la caída definitiva
del imperialismo”. De lo que no decía nada, y de hecho era más peligroso
que destruir el imperialismo, era la corriente revisionista que se estaba
gestionando en Yugoslavia.
Los compromisos “alcanzados”
no sirvieron para nada, salvo una pequeña tregua en “la lucha”. Posteriormente, los dos rivales utilizarían sus
respectivas tesis para lanzárselas a la cara al adversario.
¿Qué dice usted, sor Yolanda,
a todo esto?
Continuará.
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