jueves, 20 de abril de 2023

A la comunista Yolanda Díaz ( I V )

Habíamos visto en los artículos anteriores la conflictividad que había entre soviéticos y chinos por la aplicación del marxismo-leninismo. Dicha conflictividad llegó a su culmen en 1.960, cuando en el mes de abril los chinos publicaron unos artículos (creemos que fueron tres) que, bajo el título de “Viva el leninismo”, atacaban subrepticiamente a los soviéticos por no cumplir las normas de la Declaración de 1.957.

Se suceden congresos y más congresos de los partidos comunistas, congresos que son aprovechados por Kruschev para enfrentar a los comunistas de todo el mundo con los chinos.

 Previamente los chinos se habían anticipado en la Reunión de la Federación Sindical Mundial (parafernalia lingüística, como siempre). A tal anticipación, la respuesta de Kruschev no se hizo esperar: tajantemente y de forma rápida e inesperada, retiró todos los “expertos” soviéticos que había puesto a disposición de China.

 La situación tenía cierta gravedad. Para tratar de disminuirla, y con la intención de llegar a la unidad, se convocó la Conferencia de todos los Partidos Comunistas del mundo mundial. Tal conferencia se celebró en Moscú durante los meses de noviembre y diciembre de 1.960. Bla, bla, bla por aquí y bla, bla, bla por allá, el caso es que el conflicto siguió sin resolverse, lo que trajo como consecuencia que dicho conflicto se extendiese a los comunistas de todo el mundo que, por lo visto, seguían sin estar “uníos”.

 En la citada  conferencia, llamada “Conferencia de los 81”, se quisieron buscar una serie de compromisos por las dos partes rivales: los chinos recogieron velas ante los problemas que podían surgir con la guerra y aceptaron la tesis soviética de la “coexistencia pacífica”.

 Esto, como siempre, era un engaño y un efecto propagandístico ante el mundo occidental: lo cierto era que la URSS estaba apoyando a todos los movimientos “para la caída definitiva del imperialismo”. De lo que no decía nada, y de hecho era más peligroso que destruir el imperialismo, era la corriente revisionista que se estaba gestionando en Yugoslavia.

 Los compromisos “alcanzados” no sirvieron para nada, salvo una pequeña tregua en “la lucha”. Posteriormente, los dos rivales utilizarían sus respectivas tesis para lanzárselas a la cara al adversario.

 ¿Qué dice usted, sor Yolanda, a todo esto?

 Continuará.



 

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