lunes, 17 de abril de 2023

La verdadera Historia, no la “memocrática” ( V I I I )


 Y seguimos con la influencia soviética sobre la II República española que, como ya hemos dicho varias veces, se sigue omitiendo por los “historieteros” de ahora.

Como decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos más sobre la sumisión del PCE a la URSS, así como los crímenes cometidos por orden de Stalin contra personas que eran incluso marxistas. Esto que decimos está documentado en el libro “Carta a Stalin”, de Fernando Arrabal, Editorial La Esfera de los Libros, Madrid 2003, 202 páginas. Esta obra la tenemos comentada en este blog con fechas 29 y 30 de noviembre de 2019, y 2 y 6 de diciembre de ese mismo año.

En las páginas 95 a la 99, se lee:

“José Díaz, el mozo de espuelas al que usted nombró chorlito y cabeza de su partido satélite español durante la guerra civil, declaró:
“... somos una parte del todo, y el todo es la URSS, cada mando recibe la orden parcial de su participación en la pelea. Unos tienen que avanzar y otros que retroceder...»
Finalizada la guerra, le tocó retroceder precisamente en Tiflis.

Cuando, desencantado, se disponía a escribir sus memorias

los cabezudos del partido con su consorte a la cabeza
le arrojaron desde el cuarto piso de su casa antes
de que levantara la cabeza para rendir homenaje a as descabezados.

Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista torturó hasta matarle a Andrés Nin, el dirigente marxista más prestigioso de Cataluña.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista cometió en Paracuellos del Jarama el mayor crimen de masas perpetrado en la Península durante el siglo XX.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista asesinó durante la guerra civil a un número impresionante de socialistas, trotskistas y anarquistas que no se plegaron a su línea estratégica.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista utilizó cárceles al estilo soviético, llamadas checas, para martirizar a sus detractores, y muros de cementerios para inmolarlos en masa.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista, al liberarse las ciudades francesas de la ocupación alemana, fue a buscar en las cárceles nazis a revolucionarios españoles para fusilarlos.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista liquidó a sus propios líderes por los motivos más disparatados.


Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido comunista remató a puñaladas a militantes como Gabriel León Trilla en el Campo de las Calaveras de Madrid.


¡Tantos cementerios abandonados! ¡Tantas tumbas injuriadas por la furia de sus vasallos!


¡Tantas puñaladas sin misericordia!


¿Qué pensarán las esposas, los hijos y los nietos de Quiñones, Trilla, Monzón, Comorera y tantos otros «camaradas comunistas»?


Que las calumnias de sus verdugos no sigan mancillando sus recuerdos.


Estas matanzas de inocentes sólo fueron posibles con la corresponsabilidad de los mercenarios matarifes nacionales de su partido comunista.

nacionales de su partido comunista...

... y por ello estos crímenes fueron celebrados

con pendencia por sus pendolistas ofensores y oficiales.

Sus monos áulicos del aullido acosaron y acusaron siempre a los rebeldes, mientras que sus perritos falderos, camarada Stalin, intentaron entarquinar su desastrosa economía soviética
con el 25 por 100 de las reservas de oro del Banco de España y con los cuadros del Museo del Prado.

Saqueos llevados a cabo por pirómanos que trataron de hacerse pasar por bomberos en apartes de farsantes.


A Simón Leys sus partidarios no consiguieron defenestrarle como a José Díaz, pero fue ninguneado y calumniado
«hasta la náusea» por haber tenido la osadía intempestiva ¡en pleno 1971!, dieciocho años después de que usted muriera, de editar un revelador libro sobre el que entonces parecía su sucesor chino, el presidente Mao”.

¿Qué dicen a todo esto Sor Yolanda y su “Sanchidad”?

Continuará.



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