Y seguimos con la influencia soviética sobre la II República española que, como ya hemos dicho varias veces, se sigue omitiendo por los “historieteros” de ahora.
Como
decíamos en la anterior entrega, en ésta veremos más sobre la sumisión del PCE
a la URSS, así como los crímenes cometidos por orden de Stalin contra personas
que eran incluso marxistas. Esto que decimos está documentado en el libro “Carta
a Stalin”, de Fernando Arrabal, Editorial La Esfera de los Libros, Madrid
2003, 202 páginas. Esta obra la tenemos comentada en este blog con fechas 29 y
30 de noviembre de 2019, y 2 y 6 de diciembre de ese mismo año.
En las páginas 95 a la 99, se lee:
“José Díaz, el mozo de espuelas al que usted nombró chorlito y cabeza de su
partido satélite español durante la guerra civil, declaró:
“... somos una parte del todo, y el todo es la URSS, cada mando recibe la
orden parcial de su participación en la pelea. Unos tienen que avanzar y otros
que retroceder...»
Finalizada la guerra, le tocó retroceder precisamente en Tiflis.
Cuando, desencantado, se disponía a escribir sus memorias
los cabezudos del partido con su consorte a la cabeza
le arrojaron desde el cuarto piso de su casa antes
de que levantara la cabeza para rendir homenaje a as descabezados.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista torturó hasta matarle a Andrés Nin, el dirigente marxista más
prestigioso de Cataluña.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista cometió en Paracuellos del Jarama el mayor crimen de masas perpetrado
en la Península durante el siglo XX.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista asesinó durante la guerra civil a un número impresionante de
socialistas, trotskistas y anarquistas que no se plegaron a su línea
estratégica.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista utilizó cárceles al estilo soviético, llamadas checas, para
martirizar a sus detractores, y muros de cementerios para inmolarlos en masa.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista, al liberarse las ciudades francesas de la ocupación alemana, fue a
buscar en las cárceles nazis a revolucionarios españoles para fusilarlos.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista liquidó a sus propios líderes por los motivos más disparatados.
Con la colaboración de sus mercenarios y matarifes nacionales, su partido
comunista remató a puñaladas a militantes como Gabriel León Trilla en el Campo
de las Calaveras de Madrid.
¡Tantos cementerios abandonados! ¡Tantas tumbas injuriadas por la furia de sus
vasallos!
¡Tantas puñaladas sin misericordia!
¿Qué pensarán las esposas, los hijos y los nietos de Quiñones, Trilla, Monzón,
Comorera y tantos otros «camaradas comunistas»?
Que las calumnias de sus verdugos no sigan mancillando sus recuerdos.
Estas matanzas de inocentes sólo fueron posibles con la corresponsabilidad de
los mercenarios matarifes nacionales de su partido comunista.
nacionales de su partido comunista...
... y por ello estos crímenes fueron celebrados
con pendencia por sus pendolistas ofensores y oficiales.
Sus monos áulicos del aullido acosaron y acusaron siempre a los rebeldes,
mientras que sus perritos falderos, camarada Stalin, intentaron entarquinar su
desastrosa economía soviética con el 25 por 100 de las reservas de oro
del Banco de España y con los cuadros del Museo del Prado.
Saqueos llevados a cabo por pirómanos que trataron de hacerse pasar por
bomberos en apartes de farsantes.
A Simón Leys sus partidarios no consiguieron defenestrarle como a José Díaz,
pero fue ninguneado y calumniado «hasta la náusea» por haber
tenido la osadía intempestiva ¡en pleno 1971!, dieciocho años después de
que usted muriera, de editar un revelador libro sobre el que entonces
parecía su sucesor chino, el presidente Mao”.
Continuará.
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