Así se intitula el libro
de Tatiana Goritchéva, EdicionesEncuentro 1986, 119 páginas incluido Índice.
Comentar que la autora nació en Leningrado en 1947. Fue responsable de un “Komsomol” (juventudes comunistas) con tan sólo 18 años, y educada en el más puro ateísmo marxista, convirtiéndose al cristianismo posteriormente. Por este motivo fue marginada, perdiendo sus puestos de profesora y bibliotecaria, terminado trabajando de ascensorista. Después fue encarcelada y expulsada del país, viviendo posteriormente en Francia. Fundó un movimiento feminista llamado “María”, que tenía como patrona a la Madre de Dios.
Criticó al sistema comunista de forma valiente diciendo, entre otras cosas, que
en la URSS no había libertad.
En la página 31, dentro del Capítulo Segundo intitulado “Carta a una
amiga en Occidente. La conversión”, se lee una carta que Tatiana escribe a
una amiga residente en Francia:
“Has podido desarrollarte normalmente, leer libros que deseabas, escoger tus
amigas y tu profesión, ir a cualquier país o incluso fundar una familia con sus
pequeñas preocupaciones, ir a un monasterio o consagrarte a la ciencia. En
cuanto a mí, he nacido en un país en el que los valores culturales, religiosos
y morales han sido extirpados conscientemente y con éxito; partiendo de cero,
debía ir a parar a cero. Tenía yo una amiga de mi infancia que se suicidó a los
15 años porque ya no soportaba lo que le rodeaba”
En la página 99, dentro del Capítulo Quinto intitulado “La mujer en la
iglesia”, escribe Tatiana:
“En nuestro país a las mujeres les gusta estudiar; hay más mujeres
universitarias que hombres. Lo quieran o no, tienen que trabajar en los mismos
oficios que los hombres, igual que ellos, porque un solo salario no es
suficiente para alimentar a la familia”.
A continuación dice que “la mujer es también el centro moral de la
familia donde los niños ven a su padre borracho casi todo el tiempo” y
sigue:
“En una palabra, se ha instituido en nuestro país un matriarcado
involuntario y triste; la mujer soviética, en efecto, se ha emancipado, pero
está dos veces más sujeta al hombre. El alma de las que tienen
responsabilidades en nuestro Estado es la más trabajada, la más encadenada. Es
la ‘libertad’ del poder por el sufrimiento y por la servidumbre a otro. Una
mujer que hace una carrera debe acallar su conciencia, olvidar que tiene
corazón, que es un ser humano, y estar dispuesta a andar sobre cadáveres”.
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