Una persona se puede convertir en un enemigo por
muchas razones. Creemos que la más frecuente es la envidia, o si se quiere, los
celos.
La persona que envidia es porque ve que otras tienen algo de lo que ella carece. En el caso de los celos, el asunto es un poco diferente porque el enemigo resultante nace porque se siente discriminado o despreciado por una o varias personas que nosotros amamos o queremos.
Por otra parte, muchas veces se dice que hay “diálogo” sobre algo, cuando en realidad lo que se hace es discutir. En este aspecto no hay nada más que ver la actitud de la casta política. La acción testaruda y fanática de dicha casta hace que “los otros” se sientan atacados. Esta actitud puede venir, o estar basada, en ciertas doctrinas, costumbres y hábitos adquiridos en otros tiempos y que salen a relucir implacablemente. Ante esta situación, tal “diálogo” se convierte en un reto, reto que está muy lejos de buscar soluciones o acuerdos y que lleva a poner una línea de separación infranqueable con tintes de amenaza: o lo tuyo o lo mío. Así nos luce el pelo.
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