Así se intitula el
libro de Dominique Lapierre, Editorial Planeta, S.A., 2005, 181 páginas,
incluido Índice.
Dicho libro viene a ser
un resumen de un viaje que el autor, periodista de “Paris Match”, hizo a la
implosionada URSS en 1956, acompañado de su esposa y del fotógrafo Jean-Pierre
Pedrazzini, acompañado también de su esposa. Para hacer dicho viaje, a bordo de
un coche marca “Simca”, que causaba la admiración del pueblo soviético,
tuvieron que contar con la autorización expresa del dictador Kruschev.
Como recordarán, en ese
año de 1956 se celebró el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, en el
que Kruschev condenó públicamente a Stalin, aparentando una apertura y un
cambio en la URSS. Y decimos aparentando porque, como ya sabrán también, en
octubre de ese mismo año Kruschev envió los tanques a Hungría para aplastar el
levantamiento magiar, masacrando a miles de ciudadanos. En esta masacre pereció
Jean-Pierre Pedrazzini, que se había desplazado allí para sacar unas fotos.
En este libro se ve el
fanatismo y el sometimiento del pueblo soviético por parte del omnipresente
partido que lo controlaba todo, como ya es sabido.
En la página 66 nos
narra el autor que quería saber cómo era la vida de una dependienta del “GOUM”,
que eran unos grandes almacenes de la extinta URSS. Tal asunto no se pudo
lograr porque una de las chicas que quería entrevistar desapareció
misteriosamente, y a otra no la dejaban sus padres entrevistarse con
extranjeros.
En la página siguiente
nos cuenta Lapierre cómo familias distintas tienen que compartir cocina y
retrete, cosa chocante en el “país del
Sputnik”, y después de 40 años de comunismo.
En la página 90 se lee
el pequeño percance que tuvieron con su coche al quedar hundido en la tierra
debido a las lluvias. Pedrazzini, acompañado siempre de su cámara fotográfica
“Leica”, quería “inmortalizar nuestro
naufragio”. En ese momento surgen por todas partes soldados y un oficial “se precipita hacia Jean-Pierre para
arrebatarle la cámara”.
En la página 97, se
lee:
“Averiguar el salario de un koljosiano e
identificar las ventajas de las que se beneficia se convirtió en un auténtico
rompecabezas. En ausencia de las minicalculadoras de la era electrónica que
todavía no han aparecido aquí, tenemos que arreglárnoslas con el único
instrumento de cálculo disponible en la Rusia del Sputnik: el ábaco”.
En la página 147 y
siguientes, dentro del capítulo intitulado “Los
ciento ochenta mil coches del obrero Iván Gregorievich”, se habla de la
ciudad de Nizhni Nóvgorod, cuya traducción al español sería “Villanueva de
Abajo”, nombre que sería cambiado por la dictadura comunista por el de Gorki,
amigo de Lenin, y que en 1990, recobraría de nuevo su nombre original, y en la
que estuvo desterrado el premio Nóbel Andréi Sájarov. En esta ciudad se
encontraba una fábrica de coches y camiones marca “Montova”. Nos cuenta
Lapierre:
“Los camiones de la cadena número 1, que
desfilan ante nuestros ojos, son los mismos que, hace tan sólo dos años,
transportaron en secreto por las pistas llenas de baches de la jungla
vietnamita los cañones que masacraron a los defensores franceses de Dien Bien
Phu.
Al lado de la nave de los camiones, una cadena
ensambla diariamente unos ciento veinte coches Pobieda, destinados a las
administraciones y a los privilegiados del régimen”.
Más adelante nos cuenta
el autor sus impresiones de su diálogo
con Iván Gregorievich Sitnov, trabajador de dicha fábrica. Esto lo veremos en
una próxima entrega.
Continuará.
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