Ya saben que nos gusta “recuperar la memoria
histórica”, pero la reciente. Vamos a ello.
El que fuera presidente de la Conferencia Episcopal
Española, el cardenal Antonio María Rouco Varela, en el año 2013 envió una
carta al atornillado patrón del “Bribón” felicitándole con motivo de su 75º
cumpleaños. Lo curioso del caso es que tal carta también expresaba la
felicitación de los obispos miembros de la CEE. Seguro que al augusto, por su
“forma de ser”, le importó un comino, dos bledos y tres dídimos, la citada
felicitación. Un párrafo del texto decía así:
“En
un momento lleno de no pocas y serias dificultades de diverso orden, España
puede encontrar en los años de Vuestro Reinado motivos de inspiración para
mirar adelante con fortaleza”.
Este texto nos produce mucho repelús, por no decir
otra cosa más fuerte. El cardenal puede felicitar al augusto con toda libertad,
pero lo que no debe es mezclar a España con esta institución monárquica
retrógrada, caduca, fuera de tiempo, lugar, situación y hábito, por culpa de la
cual, y de sus jaleos dinásticos, España se ha visto ensangrentada muchas
veces, y a la que muchos millones de españoles no queremos.
Por otra parte, el señor Rouco con esta
“felicitación”, estaba trillando el camino a los enemigos de España, porque
enseguida sacan a relucir lo de la connivencia monarquía-iglesia. Estos
enemigos aprovecharán esta circunstancia “feliz” para lanzar a las masas a la
calle como turbinas, cebándose precisamente con la monarquía, cosa que
admitimos, pero no con la iglesia.
¿Cómo es que el señor Rouco Varela felicitó a un
sujeto que ha sancionado la ley del aborto? ¿Qué incongruencia es esa? ¿Habrá
leído este señor los libros “La monarquía inútil”, “Juan Carlos I el
último Borbón. Mentiras de la monarquía española”, “Letizia Ortiz. Una
republicana en la corte”, “Adiós, princesa”, y otros más que figuran
comentados en este blog? ¿Sabe monseñor lo de “Juanito ni hostias”?
Suponemos que el cardenal
estaría enterado, aunque no haya leído los libros anteriores, de muchos
aspectos y hechos pasados y presentes nada ejemplares y edificantes de la
citada pandilla borbónica, hechos estos que están originando, y con razón, un
sentimiento de repudio hacia la “borbonada” y sus adláteres. Y si este repudio
es lógico y natural, lo inadmisible e injusto es que se extienda también a la
Iglesia.
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