viernes, 8 de enero de 2021

“Yo escogí la esclavitud” ( V )


 

Así se intitula el libro escrito por Valentín González “El Campesino”, Editorial Maracay, Venezuela, 366 páginas, incluido “Índice”.

Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y sucesivas vamos a ver lo que nos dice El Campesino en este libro en los Capítulos que ya hemos indicado en la primera entrega, sobre el “paraíso comunista”, que era la base del “porvenir radiante de la Humanidad”.

En el anterior artículo decíamos que seguiríamos con el Capítulo VI intitulado “La vulnerabilidad del régimen stalinista”, páginas 67 a 75, comentando lo que nos dice El Campesino sobre el metro de Moscú.

“El ‘General’ a picar en el Metro” ( I )

“Los soviéticos muestran con gran orgullo el ‘Metro’ de Moscú a las delegaciones extranjeras, a los periodistas visitantes y, en general, a todo el turismo como el más moderno y perfeccionado del mundo.

Lo que se guardan muy bien es decir que ha sido construido con mano de obra en grandísima parte de forzados. Esta obra, al igual que los inmensos edificios oficiales modernos y las grandes fábricas, son en realidad construcciones de tipo faraónico ¡Qué de sacrificios humanos han exigido y exigen!

Al lado de estas orgullosas suntuosidades del régimen totalitario, dignas de una mentalidad bárbara, el pueblo en general languidece o muere en viviendas miserables, frías, antihigiénicas. Verdaderas pocilgas.

Pero ¿acaso cuenta el pueblo para el siempre asiático Kremlin?

Lo único que cuenta para él y para las nuevas castas esclavizadoras son los simulacros de grandeza, las mentiras a la medida de la sexta parte del globo terráqueo, las propagandas universales.

Yo entré a trabajar en el ‘Metro’ en marzo de 1941; dos meses después de mi expulsión de la ‘Academia Frunzé’. Era al mismo tiempo un castigo y una posibilidad generosa de regenerarme por medio del trabajo.

Se me agregó a un grupo de stajanovistas, muchos de los cuales, obligados a trabajar como yo mismo, pertenecían a la N.K.V.D. Joven, fuerte y movido por un orgullo muy español, em entregué al trabajo sin descanso y llegué a cubrir el doscientos por cien de la norma fijada. Mi salario no pasaba por eso de los 300 rublos mensuales, el salario medio de cualquier mísero obrero; las reducciones por los más diversos y abusivos conceptos lo convertían realmente en menos de 200 rublos ¡Un verdadero salario de hambre!

Me sentía, además, constantemente espiado; en el trabajo, por mis propios compañeros; y, después de él, por dos agentes de la N.K.V.D, que me seguían como la sombra al cuerpo”.

En la próxima entrega comentaremos algo sobre el Capítulo V I I intitulado “La U.R.S.S., a dos dedos del colapso”, páginas 77 a 88.

( I ).- Conviene recordar que “El Campesino”, cuando tenía 28 años fue nombrado general de las milicias republicanas.

Continuará.



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