Así se intitula el libro escrito por Valentín González
“El Campesino”, Editorial Maracay, Venezuela, 366 páginas, incluido “Índice”.
Como decíamos en las anteriores entregas, en ésta y
sucesivas vamos a ver lo que nos dice El Campesino en este libro en los Capítulos
que ya hemos indicado en la primera entrega, sobre el “paraíso comunista”, que
era la base del “porvenir radiante de la Humanidad”.
En el anterior artículo decíamos que seguiríamos con el
Capítulo VI intitulado “La vulnerabilidad del régimen stalinista”,
páginas 67 a 75, comentando lo que nos dice El Campesino sobre el metro de
Moscú.
“El ‘General’ a picar en el Metro” ( I )
“Los soviéticos muestran con gran orgullo
el ‘Metro’ de Moscú a las delegaciones extranjeras, a los periodistas
visitantes y, en general, a todo el turismo como el más moderno y perfeccionado
del mundo.
Lo que se guardan muy bien es decir que ha
sido construido con mano de obra en grandísima parte de forzados. Esta obra, al
igual que los inmensos edificios oficiales modernos y las grandes fábricas, son
en realidad construcciones de tipo faraónico ¡Qué de sacrificios humanos han
exigido y exigen!
Al lado de estas orgullosas suntuosidades
del régimen totalitario, dignas de una mentalidad bárbara, el pueblo en general
languidece o muere en viviendas miserables, frías, antihigiénicas. Verdaderas
pocilgas.
Pero ¿acaso cuenta el pueblo para el
siempre asiático Kremlin?
Lo único que cuenta para él y para las nuevas
castas esclavizadoras son los simulacros de grandeza, las mentiras a la medida
de la sexta parte del globo terráqueo, las propagandas universales.
Yo entré a trabajar en el ‘Metro’ en marzo
de 1941; dos meses después de mi expulsión de la ‘Academia Frunzé’. Era al
mismo tiempo un castigo y una posibilidad generosa de regenerarme por medio del
trabajo.
Se me agregó a un grupo de stajanovistas,
muchos de los cuales, obligados a trabajar como yo mismo, pertenecían a la
N.K.V.D. Joven, fuerte y movido por un orgullo muy español, em entregué al
trabajo sin descanso y llegué a cubrir el doscientos por cien de la norma
fijada. Mi salario no pasaba por eso de los 300 rublos mensuales, el salario medio
de cualquier mísero obrero; las reducciones por los más diversos y abusivos
conceptos lo convertían realmente en menos de 200 rublos ¡Un verdadero salario
de hambre!
Me sentía, además, constantemente espiado;
en el trabajo, por mis propios compañeros; y, después de él, por dos agentes de
la N.K.V.D, que me seguían como la sombra al cuerpo”.
En la próxima entrega comentaremos algo sobre el
Capítulo V I I intitulado “La U.R.S.S., a dos dedos del colapso”, páginas
77 a 88.
( I ).- Conviene recordar que “El
Campesino”, cuando tenía 28 años fue nombrado general de las milicias
republicanas.
Continuará.
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