Y volvemos por
enésima vez con el tema de la televisión y el daño que está haciendo.
Como recordarán,
las emisiones de TV comenzaron con un solo canal. Suponemos que en todos los
países sucedería más o menos igual, aunque haya países en la actualidad que,
aunque aparentemente tengan “varios” canales, en realidad el que ejerce el control
es el gobierno, como sucede en Cuba, Corea del Norte o China, por ejemplo.
Posteriormente
llegaron las TVs privadas y las autonómicas. La propaganda que se difundió fue
enorme: con la llegada de estos nuevos “entes”, todos saldríamos beneficiados
porque los programas, tanto informativos, deportivos, culturales, etc,
permitirían la “diversificación”, lo que se traduciría en la “adquisición” de
más cultura, oiga.
Como está
sobradamente demostrado, esto es una mentira cochina porque, aunque parezca lo
contrario, la programación de los distintos “entes” es la misma: basura y más
basura, y fútbol a todas horas.
Además, estos
“entes”, tienen prácticamente sólo tres tipos de programas. A saber:
a).- Los que
llevan a las pantallas vida y milagros de determinados “colectivos” para que
sean ejemplo.
b).- Los
lenguaraces, con sus correspondientes tertulias de invertidos, sodomitas,
gomorritas, lesbianas, transexuales y demás, que se encargan de lanzar, entre
otras cosas, “ideas progresistas” tales
como que el varón es machista, violento, grosero, avasallador, etc, etc.
c).- Los de
concursos. Aquí la cosa no tiene nombre. Verdaderos analfabetos campan por sus
respetos. Así, por ejemplo, una chica creía que diarrea era un apellido vasco.
Y un chico creía, asimismo, que hepatitis era el nombre de una chica griega.
Recomendación:
apagar el televisor y leer.
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