Se
preguntarán los lectores qué relación puede haber entre los dos nombres y
apellidos del título que antecede a lo que he de contestar que no mucha ni
directa; simplemente se trata de poner un titular algo llamativo y coger por
los pelos el tema que pretendo abordar.
De
todos es conocido que Víctor Hugo fué un extraordinario escritor francés, poeta
dramaturgo, novelista y hasta dibujante que cuenta con una amplia y magnífica
obra en todos estos campos, destacando también sus discursos ya que asimismo fue
un político comprometido por lo que padeció veinte años de exilio, etc., etc.,
pero no voy a extenderme más en lo que de todos es sabido y que, en realidad no
viene muy directamente al caso.
Lo
que sí viene al caso, aunque como dije al principio, cogido por los pelos, es
que esta extraordinaria figura literaria, tiene entre sus obras una novela de
enorme éxito cuyo título es “Los miserables” y esta última palabra, sustantivo
y adjetivo es a la que quiero referirme, empezando por la acepción que podemos
leer en el DLE: “persona que vive en un estado de pobreza extremada; persona
que es muy desgraciada e infeliz”.
Así dice, repito el DLE pero lo que interesa en esta ocasión son los sinónimos
que dicha palabra ha ido adquiriendo con el uso y que son tan variados como
expresivos: mezquino, ruin, cicatero, perverso, canalla, infame, vil, etc. Pues
bien, es esta colección de cualidades la que puede adjudicarse y nos quedamos
cortos, a los deleznables personajes que estos días, con insistencia, nos están
ofreciendo sus críticas al hospital “Isabel Zendal” y que tienen su origen en
el hecho de que esta magnífica obra en todos los aspectos, es creación de la
llamada derecha política española que actualmente gobierna en la comunidad de
Madrid y que se va personificando en Isabel Ayuso, figura que cada vez adquiere
más peso por su valentía y trabajo incansable. No es necesario comparar este
hospital con los de otras autonomías dirigidas por la izquierda, algunos de los
cuales se los ha llevado el viento, siendo reacomodados sus enfermos en otros
edificios cerrados por aluminosis en su día y otros, tienen un aspecto tan
lamentable, que produce terror solo el ver sus imágenes en la prensa.
Estos
personajes a los que he aludido como miserables, se dedican, en un ataque (que
dicen es la mejor defensa) a vocear públicamente los defectos y carencias del
“Isabel Zendal” y, al no encontrar nada concreto ni de peso para apoyar su
crítica, citan como grandes faltas, entre otras de parecido calibre, el que las
papeleras de dicha instalación son muy pequeñas y el que en la cafetería no hay
disponible sacarina. ¡Enormes carencias para un hospital en el que dicen, se ha
gastado tanto dinero del infeliz contribuyente! Y nos preguntamos atónitos
¿Cómo son posibles estos fallos tan lamentables en artículos de primera
necesidad para combatir la epidemia que nos está azotando? Desde luego es
cierto que nos preguntamos realmente atónitos porque ahora, hablando en serio,
en ese estado quedamos al constatar la pobreza y ridiculez de los argumentos
utilizados para intentar oscurecer y demonizar una obra a todas luces modélica
en unos momentos tan delicados y difíciles por los nos ha tocado atravesar. De
miserables es ese intento de buscar tan extemporáneos y absurdos argumentos. Yo
me atrevería a pedirles nada más y nada menos que sentido común y hábitos
positivos siempre y más que nunca en estos, repito, momentos tan serios y
excepcionales.
Francisco
Alonso-Graña del Valle
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