Como decíamos en la
anterior entrega, en ésta veremos algo de lo que
escribió el excomunista Manuel Tagüeña Lacorte, militar de alto mando en el
ejército rojo-republicano, en su obra “Testimonio de dos guerras”,
Ediciones Oasis, Méjico 1974, Segunda Edición, página 93.
Someramente
diremos que Tagüeña al terminar la Guerra Civil Española, huyó a la Unión
Soviética, en donde fue alumno y profesor de la Academia Militar Frunze moscovita.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, se fue a Yugoslavia y posteriormente a
Checoslovaquia. A partir de este momento fue tomando una posición crítica hacia
Stalin por varios motivos, siendo el principal el duro y criminal control que Moscú
ejercía sobre los partidos comunistas. Rompió definitivamente con el Partido
Comunista de España, instalándose en Méjico en 1955, falleciendo allí en el 1971.
Nos dice Tagüeña
en dicho libro y página:
“Por todas partes se organizaban grupos de
acción, ya que el ambiente era muy tenso y nadie quería que lo tomaran desprevenido.
Prieto, Indalecio, también tenía los suyos, dirigidos por Puente, que algunas
veces tuvieron que enfrentarse no con los falangistas, sino con los partidarios
de Largo Caballero. Los discursos ultraizquierdistas de éste, bajo una campaña
de prensa que le llamaba el Lenin español, aumentaban la pasión política dentro
del partido socialista, que al dejarse absorber por la lucha interior, llevaban
agua al molino de los comunistas, que cada día aumentaban en influencia, a pesar
de no tener en
Los “historieteros” y los de la “memoria
histórica”, nada comentan sobre esto y de otras cosas, como por ejemplo lo que
decía Julián Besteiro, Presidente de las Cortes, así como del PSOE y de la UGT
de aquellos tiempos:
“La verdad real: estamos derrotados por
nuestras propias culpas. Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado
arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que
han conocido quizás los siglos”.
En la próxima entrega veremos los desmanes y
furibundos ataques contra la iglesia durante el mes de abril de 1936. Nos lo
cuenta Luis Romero en la página 59 de su obra “Por qué y cómo mataron a
Calvo Sotelo”, Editorial Planeta, Barcelona 1982, 316 páginas, libro
ganador del Premio Espejo de España 1982.
Continuará.
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